“Teteo” es una palabra coloquial que se utiliza en República Dominicana para referirse a una fiesta o celebración, especialmente clandestina. Se asocia a la imprudencia, a la falta de respeto a los vecinos, a la fumadera de hookah y de otras sustancias, a la bebedera de romo y al desorden generalizado.
El sustantivo coloquial “teteo”, tomó “fama”, penosamente, cuando por vía suya se hacía referencia a la rumba que desarrollaban aquellos individuos (hembras y varones) irrespetuosos de las normas anti covid (por la pandemia del año 2020), dispuestas por el Gobierno dominicano, mientras otros permanecían en sus casas para evitar una propagación del virus.
Los del teteo se encargaron en gran manera de que la cantidad de muertos por contagio de covid-19 fuera mucho mayor de lo que debió ser.
Si se analiza más profundo, parte del dinero que se gastó para una serie de programas de salud en ese momento fue por culpa de los “teteros” que con su desorden infectaron más y más. Y se encargaron y se siguen encargando de que las personas tranquilas y trabajadoras tengan largas horas de desvelo, por un ruido ensordecedor que les rompe toda tranquilidad.
Teteo es una palabra odiosa, que debería evitarse y jamás ser incorporada a un programa que pretenda ser serio, como uno que ha anunciado el ministro de la Juventud, el señor sociólogo Rafael J. Féliz García, conocido como Ninito.
Usarla es sinónimo de pobreza y de incapacidad para generar un nombre serio, que haga más consonancia por las personas de valor, con los que dan prioridad al trabajo y a la familia, antes que la parranda desmedida y molestosa. Pero no nos quedemos en la forma.
Usar el término teteo es aceptar que aquellas personas que hacen poco o nada en la vida impongan el lenguaje que ellos quieren. El lenguaje de la “chabacanería”, la vagabundería, el irrespeto, el ocio, la vagancia y un largo etcétera.
El teteo del señor Ninito viene a “buscarle la vuelta” a actividades que simplemente están prohibidas y que representan un mal para la sociedad. Una plaga. Es simplemente una estrategia mal enfocada. Y no debe pasar, así como está. Bajo ningún concepto.
A las carreras clandestinas no hay que “buscarle le vuelta”. Son clandestinas y peligrosas. Y punto. Están prohibidas y punto. Ponen en riesgo la vida de quienes las realizan, y a menudo acaban con la de personas que nada tienen que ver con esas carreras en motos. Matan a aquellos que van a sus trabajos, a las iglesias, a producir.
No es verdad que convocar a “títiri mundati” a un lugar a acelerar motores y a gastar gasolina y a promover la vagancia va a terminar con esas carreras ilegales que son ya una plaga en República Dominicana; por todos lados (campos y ciudades). Es un mal enfoque, que busca generar simpatías en estos momentos.
El esfuerzo creativo no puede hacerse sobre la base de lo que pueda impactar negativamente, porque sería un error demasiado básico.
Quitar la tranquilidad de la gente, colocar bocinas a altísimo volumen, calibrar motores y afectar a aquellas personas que no salen a buscar problemas, simplemente no debe ser.
A quienes incurren en eso no hay que buscarles alternativas. Corresponde poner control, darle un no definitivo, aplicar los correctivos de lugar. Y punto.
Dejemos de hacernos los graciosos. No me consta, pero estoy casi seguro que el señor ministro no vive en un barrio donde la gente está hastiada de todo aquello a lo que él pretende darle legalidad y legitimidad. No importa la forma como desee hacerlo o el lugar al que quiera llevar esas “alternativas”; esos ruidos, esas carreras de motos o lo que sea.
La juventud lo que necesita es trabajar, producir, echar hacia adelante. Y el país también. Es lo que debemos promover. Las actuales y futuras generaciones lo agradecerán. Sembremos ahora. Esa siembra que propone el Ministerio de la Juventud no es una siembra que dará frutos. Por lo menos no los frutos que realmente necesita esta nación. Cherchando no avanza un Estado.
No acomodemos lo que está mal. Lo que está mal se mejora de otra forma. O se erradica. Y punto.