La posposición de las elecciones forzó una reducción del período de transición previsto en nuestra Constitución, lo que en las actuales circunstancias es positivo pues ayudará a generar mayor proactividad, tanto del equipo de gobierno entrante, que generalmente tiene que lidiar con la pasividad del gobierno que llega a su fin, como del saliente, al menos del que forma parte de las comisiones de transición.
La medida de ir anunciando las personas que ocuparán los cargos del tren gubernamental es saludable, porque facilita la transmisión de mando y contribuye a generar confianza en los distintos sectores sociales sobre el accionar de las próximas autoridades, sobre todo si estas reúnen las capacidades y la solvencia moral para afrontar los enormes retos por delante, como hasta el momento ha sido el caso.
La crisis sanitaria mundial que ha provocado una grave crisis económica dejó al desnudo las muchas vulnerabilidades, carencias, desigualdades existentes en nuestro país, y el hecho de que coincidiera con la celebración de las elecciones lamentablemente agregó el ingrediente de la politización que afectó su manejo.
Por eso más que nunca se espera que las nuevas autoridades actúen con la responsabilidad, coordinación, celeridad, oportunidad y apertura requeridas, para poder sortear de la mejor manera posible esta catástrofe y avanzar en la construcción de un nuevo modelo de ejercicio del poder que fortalezca la institucionalidad y la democracia, garantizando el cumplimiento de la ley y la igualdad en su aplicación, elevando así los niveles de confianza ciudadana y de respeto a las autoridades.
Pero es necesario que cada uno de nosotros tome conciencia de que, así como la crisis nos afecta a todos, contribuir con su correcto manejo es también responsabilidad de todos, y que, así como las acciones incorrectas o irresponsables de unos perjudican al conjunto, los remedios solo serán efectivos en la medida en que sean asumidos colectivamente.
En algo en lo que todos coincidimos es en que queremos poder atravesar este difícil camino preservando la vida, la salud, el empleo o la forma en que nos ganamos el sustento, pero debemos trabajar sin descanso en crear la debida conciencia de que para salvar lo más valioso debemos sacrificar lo prescindible, y que no hacerlo con la rapidez y compromiso necesarios atenta contra el bien común, que es responsabilidad de todos.
La falta de proactividad y efectividad en la toma de medidas de las autoridades y el comportamiento irresponsable de parte de la población que no ha respetado las reglas de uso de mascarillas, distanciamiento físico y evitar las reuniones masivas, ha erigido el toque de queda como única medida de controlar la movilidad de la población en las horas nocturnas, al menos de una parte de esta, y ojalá que esta vez se tenga mayor visión estableciendo un horario de restricción que afecte lo menos posible la actividad de las personas.
Pero tenemos que comprender que el horizonte de esta crisis es tan largo como demore el descubrimiento y comercialización de una vacuna efectiva, y que si no aprendemos a convivir de forma responsable con el covid-19, no solo perderemos vidas, sino mucho más, pues más gente perderá su empleo y tendrá dificultad de reinsertarse en el mercado laboral, muchos negocios seguirán cerrando sus puertas, muchas empresas quebrarán, muchos proyectos no podrán realizarse, muchos estudiantes sobre todo de las escuelas públicas perderán oportunidades de aprendizaje, y el país retrasará su avance y perderá oportunidades de relanzar su vigoroso sector turístico, pues ante la gravedad de la afectación solo los que mejor preparados estén podrán recibir los pocos viajeros que habrán. Dejemos de actuar de forma tal que haya que dar vuelta atrás como ha sucedido, provocando un mal aún mayor a la vida de muchos, y sumemos esfuerzos para seguir permitiendo el avance de la desescalada. Es hora de sacrificios, sensatez y prudencia, la tarea es enorme, pero recordemos que es de todos.