Sí, es necesario modificar el código penal y a su alter ego, el procesal. Es indudable que se necesita una herramienta más moderna para atacar la delincuencia y enfrentar sus múltiples y variadas manifestaciones. Que esos resquicios de los que se aprovechan los infractores sean cerrados y que las disposiciones legales -en su laxitud o restricción- no sean cómplices de la impunidad. De eso no hay discusión.
Ahora, aunque el orden público involucrado en las normas represivas provoca que estas deban ajustarse a la realidad actual, la existencia del ciudadano transcurre inevitablemente en el ámbito civil, a partir de su nacimiento (y aun antes) con sus implicaciones en la filiación, pasando por las obligaciones que contrae (voluntarias o no) hasta la muerte con sus consecuencias sucesorales.
La vida del individuo, causante de un ilícito o como su víctima, se declara desde su venida al mundo y aun cuando desaparece de la faz de la tierra. Un oficial levanta acta de sus eventos trascendentales, recoge su momento más excelso cuando se casa y el atribulado del divorcio (en el ínterin ha declarado los hijos) y culmina con el más penoso de su defunción.
Solo despertarse cada día activa todo un haz de relaciones, en las que se es acreedor o deudor de los más variados contratos de: alquiler, bancario, electricidad, alimentación, transporte, educación, laboral o diversión. No hay forma de sustraerse, lo que se deriva del Derecho Civil nos persigue y nos alcanza entre el interregno de ocupar un espacio terrenal y el acuerdo con la funeraria o el cementerio, como última morada.
Entonces, es hora de darle al código civil la relevancia que merece, porque la ausencia de urgencia no lo hace menos necesario. Una disposición legal es eficaz en la medida en que logre el objetivo por el que fue creada y más personas sean incluidas en su alcance, en ese compendio cabemos todos. No se trata de borrar de golpe y porrazo lo que hay, la vetustez de más de dos siglos no lo convierte automáticamente en inútil, solo habría que revisar lo que precise eliminarse por obsolescencia, reforzar y ampliar lo que requiera transformarse porque, así como han surgido nuevas formas de delinquir, también otras maneras de provocar daños que precisan ser resarcidos. Para los tiempos convulsos, el código penal es imprescindible, pero para los de calma, la vida misma exige atender al civil para que continúe siendo así porque, aun lo aparentemente bueno, siempre puede ser mejor.