El pasado 17 de mayo, la nación perdió una de sus mentes más brillantes, uno de los gerentes de crisis más efectivos de su historia, uno de sus más sabios consejeros, uno de los mejores ejemplos de los sentimientos morales y valores que deben exhibir los beneficiados por el talento, y un padre que se llenaba de orgullo cada vez que mencionaba los logros de Mario Manuel, Juan Guillermo, María Eugenia y Alicia, los cuatro hijos que procreó con Rosalina, su igualmente excepcional esposa.

Escribir sobre la vida de un hombre que fue al mismo tiempo filósofo esencialmente jesuita, financista, economista, gerente de grandes proyectos, manejador de crisis corporativas y financieras, consejero, profesor universitario, maestro y entrenador de gerentes y analistas de créditos de asociaciones de ahorro y préstamos y bancos orientados a la pequeña y microempresa y estudiante más inteligente y culto que sus profesores, constituye un reto que trataré de asumir hoy evitando que el cariño que sentí por Mario Dávalos, el inolvidable Mayito, erosione la credibilidad que los lectores que no lo conocieron y trataron le otorguen a lo que a continuación narraré.

Conocí a Mario Dávalos en 1985, un par de años después de haber concluido mis estudios graduados en Columbia. Prestaba servicios de asesoría económica al Banco del Progreso consistentes en reuniones mensuales con Michael Kelly, en las que participaba Mario y, de vez en cuando, Don Tomás -Jimmy- Pastoriza. Recuerdo que mientras dirigía el Departamento de Economía de la PUCMM en Santo Domingo, Mario ingresó al programa de Maestría en Economía. En ese momento yo impartía Macroeconomía Abierta, la cual requería un nivel de conocimiento de matemáticas relativamente avanzado, pues se analizaban modelos de dos ecuaciones diferenciales que permitían entender la dinámica de la inflación, la producción y la tasa de cambio en economías con y sin movilidad de capital ante diferentes tipos de perturbaciones. Al leer los exámenes de Mayito, por más esfuerzo que hacía, nunca pude otorgarle menos de 100. Tener el privilegio de tenerlo como estudiante me permitió comprobar las ventajas comparativas que tienen los filósofos para compenetrarse con el pensamiento lógico-matemático, y comprender los aportes fundamentales de los filósofos ingleses Bertrand Russell y Ludwig Wittgenstein al fundamento filosófico de las matemáticas y a la interrelación de las matemáticas y la lógica.

Mario, que había salido del Banco del Progreso en 1988, ofrecía servicios de asesoría crediticias y organizacionales a entidades financieras e inmobiliarias. En 1990, Camilo Lluberes, presidente de ADEMI, me visita en la Fundación Economía y Desarrollo para decirme que la USAID tenía interés de apoyar la creación de un fondo para proveer crédito y ofrecer tecnologías crediticias a las entidades que estaban prestando dinero a las microempresas. La Fundación había contribuido en la elaboración en 1988 del “Private Sector Strategy Assessment: Dominican Republic”, (PSSA:DR), el cual planteaba la necesidad de movilizar el ahorro interno para conceder crédito a las microempresas a tasas de interés de mercado, la conformación de BanMicro y la creación a AsoMicro, entre otras propuestas. A principios de 1990, Anne Beasley, de la USAID, le había planteado a Camilo que yo era la persona que debería encabezar esos esfuerzos y asumir la presidencia del Consejo de Directores de FondoMicro. Mi respuesta a Camilo era que yo no sabía absolutamente nada de eso. Sugerí a Mario Dávalos para la posición. Anne dijo que la USAID requería que yo asumiera la presidencia del Consejo para garantizar que el dinero que la agencia aportaría fuese prestado a tasas de mercado. Al final Mario asumió la Dirección Ejecutiva y yo la presidencia del Consejo. Está de más decir que todo el mérito de los aportes de FondoMicro a la sociedad dominicana tenemos que acreditarlo al extraordinario trabajo y la capacidad de aterrizar propuestas de laboratorio a la geografía social y financiera de la microempresa dominicana que realizó y exhibió Mario Dávalos. Mi único aporte fue haber convencido a la USAID de que Mayito era el cuerpo y el alma que daría vida a FondoMicro. Fue él quien logró poner a la microempresa en el mapa de la geografía de la economía dominicana.

En 1988, Mario me comunica que José Miguel González le propuso asumir la Gerencia General de un proyecto que daría a luz el más grande centro comercial de República Dominicana, Megacentro, un gigantesco desarrollo inmobiliario comercial con 187,000 m2 de construcción. Fue así como el padre de la microempresa emigró, transitoriamente, a la megaempresa. Mario no se desconectó nunca de FondoMicro ni de sus eternos vecinos de la Fundación Economía y Desarrollo. Nos llenaba de orgullo escuchar el progreso de la ejecución de Megacentro y, sobre todo, la rigurosidad y la transparencia que Mario impuso en los procesos de compras y contrataciones. El hombre de la filosofía, las finanzas y la economía, se había colocado el casco de ingeniero administrador y supervisor de una obra de infraestructura que marcó un hito en la historia comercial del país. Nunca tuvimos la menor duda de que Mario, dotado de uno de los cerebros mejor amueblados del país, concluiría exitosamente esta mega encomienda.

El 26 de marzo de 2003, José Lois Malkun fue designado Gobernador del Banco Central. La mecha de la explosión de la más grande crisis bancaria de nuestra historia estaba prendida antes de su nombramiento. El Gobernador me pide que la Fundación le preste servicio de asesoría macroeconómica. Una vez descubierto el agujero de casi RD$55,000 millones en el Baninter, las autoridades monetarias y el FMI coinciden en que dicho banco debía ser liquidado. Era necesario nombrar una Comisión de Administración del Baninter que asumiera el proceso de intervención, operación y ventas activos hasta que se produjese la formal intervención de la Superintendencia de Bancos. El Gobernador me pide que le presente posibles candidatos para conformar dicha Comisión. Estaba consciente de la gravedad de la situación y de la transparencia que debía rodear la toma de decisiones de dicha Comisión. Hablé con Mario, quien había concluido su compromiso con Megacentro, para plantearle que él era mi candidato. Mientras pensaba dejó escapar una mirada de honda preocupación. Le dije que solo confiaba en él para una tarea tan delicada y muy demandante de sabiduría y prudencia. Me pidió darle un tiempo prudente. Le dije que tiempo era lo que menos tenían las autoridades del Banco Central. “Déjame conversarlo con Rosalina y nos reunimos mañana”, me respondió. Nos vimos al día siguiente y le presenté al Gobernador mi candidato para dirigir la Comisión. El 7 de abril de 2003, la Autoridad Monetaria y Financiera anunció al país que Mario Dávalos había sido designado Coordinador de la Comisión de Administración del Baninter, la cual incluía además a los exbanqueros y financistas William Wall y Manuel de Jesús Viñas. Durante 3 meses, Mario asumió uno de los retos más difíciles para cualquier ser humano: responder a cientos de miles de depositantes de un banco colapsado mientras mantenía la operación de una entidad financiera sin credibilidad ni futuro y velaba para que los activos del banco no fuesen dilapidados o vendidos a precios subvaluados. Todo el que observó el trabajo y desempeño 24/7 de Mario en aquellos lúgubres 90 días no tiene más alternativa que rendirle tributo por la prudencia y sabiduría de sus decisiones y la transparencia y honestidad que exhibió durante un proceso que en otros países del mundo ha degenerado en un amplio abanico de acciones ilícitas.

Mientras prestaba servicios de consultoría y dirección a una empresa de proyectos turísticos inmobiliarios en la costa norte, el Grupo M, la empresa de manufactura textil más grande del país, lo contrata para dirigir la reestructuración de pasivos financieros que en ese momento tenía con varias entidades financieras nacionales e internacionales. Culminada la reestructuración es contratado por una empresa turística en Bávaro que requería una reorganización que permitiese reducir costos, racionalizar el uso del personal y fortalecer su institucionalidad. El éxito de la reestructuración de los pasivos financieros del Grupo M, lo convirtió en el mejor candidato que tenía la Corporación Zona Franca Industrial de Santiago, la cual necesitaba un Administrador probado y visionario. El sabático que le otorgamos en FondoMicro se había extendido demasiado y en el 2012 le pedimos que regresara a FondoMicro, su casa, donde ocupó la presidencia del Consejo hasta el 20 de marzo de este año.

Mayito, fue realmente un SuperMario. Volaba a la geografía en crisis que requiriese su brillantez, experiencia y honestidad. A pesar del tiempo que estas delicadas tareas consumían, Mario logró siempre estar presente para realizar la más difícil e importante tarea que tiene un hombre, la de guiar a sus hijos, enseñándoles con su ejemplo los principios y valores que debemos asumir para alcanzar la felicidad de la familia y contribuir al desarrollo integral de la nación que nos ha acogido. Mario, al igual que Adam Smith, fue filósofo primero que economista. Estoy seguro de que, si Smith estuviese vivo, pondría a Mayito como ejemplo de lo que el planteó en su primer libro, La Teoría de los Sentimientos Morales: la necesidad de contar con hombres dotados de los valores correctos que dediquen su vida a pensar en cómo podemos estimular a las personas a trabajar por el bien común. A eso dedicó Mayito toda su vida. Su esposa Rosalina y sus hijos Mario Manuel, Juan Guillermo, María Eugenia y Alicia y sus ocho nietos, a pesar del profundo dolor provocado por la partida de su esposo, padre y abuelo, deben tener la satisfacción de que nuestra nación estará siempre en deuda con Mayito, quien de seguro fue recibido con un merecidísimo aplauso en el cielo por los servicios prestados a la humanidad.

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