En un experimento que se hizo en los años setenta en la universidad de Stanford en los EE.UU. el rol de un grupo de participantes fue de estudiantes encarcelados, mientras que los restantes fungieron de policías.
Mi intención no es explicar por extenso el interesante experimento, con pequeñas pinceladas trataré de que, si no lo conoces, lo entiendas y veamos lo que nos enseña de lo que está pasando hoy en día.
En pocas palabras, los que representaban a los policías se metieron en la piel de sus personajes; fueron rudos e imponían castigos absurdos. Mientras que los presos pasaron a ser corderitos delante de ellos.
En esta vida nos imponen a jugar roles y estamos siguiendo el libreto al pie de la letra. A tal punto que, si alguien quiere hacer lo que le nace, le llaman rebelde sin causa y lo sacan de la manada.
Demasiados se aprovechan de los que no quieren ser la voz disidente. Con los estudios psicológicos a la mano de los que comandan, podemos ver cómo nos adoctrinan sin el más mínimo esfuerzo. Manipulación calculada y no justa.
No hablo de las buenas reglas de convivencia, sino de muchas que nos ponen que ni lógica tienen. Es más, algunas hasta son en contra de dicha convivencia.
Un grupo, por ejemplo, ha impuesto que andar con mucho ruido en un vehículo, molestando a todos los demás, es lo que se debe hacer. Nadie protesta en la institución debida, mientras otros lo celebran.
El mercadeo de manipulación, los que tienen autoridad, los que poseen poder económico, imponen sus reglas como lo que hay que hacer; desde gastar en lo que nos dicen que es lo importante, hasta los que nos hacen seguidores ciegos de personas, doctrinas, ideas y más.
Ser diferente no es lo malo, siempre que actuemos con el bien por delante. Ser como desean que seamos es peligroso. ¿Puedes buscar en ti algún comportamiento en contra de tus ideales y cambiarlo por uno que te ayude a ser más tú?