Lo peor que le puede pasar a un partido político es presentarse a unas elecciones sin un discurso consistente, capaz de motivar y movilizar. Es como ir a la guerra con graves limitaciones de armas y municiones, además de tropas desmoralizadas. Esto es precisamente lo que afecta actualmente a la oposición política, que insiste en las mismas críticas sin demostrar que tiene soluciones. Y lo peor de todo: no termina de descubrir las causas reales del agotamiento de su capacidad para concitar apoyo. Al liderazgo opositor puede que le esperen momentos más difíciles. El PRM ha aprendido a manejar los hilos del poder y a lidiar con problemas complejos, de esos que el público sabe abundan hoy.