Fue un hombre con un criterio lúcido sobre los grandes conflictos mundiales. Su mayor impronta fue su mirada compasiva y misericordiosa de su discurso, para pedir la solución de los problemas que afectan a los más pobres en Ucrania, Medio Oriente, África con especial atención a los migrantes. Pidió perdón por el mal cometido por cristianos contra los pueblos indígenas. Se sentó a conversar con líderes del G7 para solicitar regulación de la inteligencia artificial para que las máquinas no puedan decidir quien vive y quien muere. Destapó la historia de abusos sexuales en la iglesia, y fue el papa que más hizo contra esa actividad criminal. Reconoció a María Magdalena como apóstol de los apóstoles.