El binomio Abel-Omar en primera vuelta auspiciaría reconciliación y haría más competitiva las presidenciales evitando así a la alianza opositora una derrota en el DN, como pasó en las municipales, por cuanto su candidato a la senaduría aún no tiene la dimensión política que exige ese cargo y en la vicepresidencia podría crecer y dejar de ser visto como “el hijo de papá” o el heredero de un legado cada vez más cuestionado. Lo que tranca el camino a esa reconciliación es el cuello de botella que la impide, no reconoce la realidad de las votaciones de octubre del 2019, mayo del 2020 y febrero del 24. Al joven Fernández le conviene comenzar a caminar solo.