Tal y como plantea Arismendi Díaz hay que cuestionar el criterio de los servicios públicos que resultan más económicos que los privados porque estos últimos incluyen el afán de lucro. Pero ese cálculo no incluye la contrapartida pública del afán de lucro privado: el elevado costo del clientelismo de la improvisación y de la corrupción administrativa. El presidente Luis Abinader ha cortado de plano la corrupción. Pero todavía existe una nómina hipertrofiada que no solo consume el 83% del presupuesto, sino que, además, causa una productividad promedio muy baja. Tan costoso suele ser el exceso de personal, como el ausentismo y la pobre entrega de los servicios que la población necesita.

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