Quienes hoy gobiernan, tras tres períodos de oposición, enfrentan un posible regreso a ella en solo cuatro años, lo que sería un trauma colosal con consecuencias enormes. Una eventual reelección sería épica, por haber sorteado dificultades sin ser causantes. El premio sería consolidar el predominio. Un nuevo fracaso opositor exigiría renovación, favorecería al triunfador y aceleraría el retorno al bipartidismo a expensas de los eslabones más débiles de la alianza opositora. Pero si la oposición retoma el poder, su líder garantizaría la convergencia. Otro escenario con las mismas víctimas. El reto es enorme.

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