Mientras Haití continúa su caída indetenible al infierno y los riesgos para la República Dominicana se hacen cada vez más obvios, los dominicanos estamos inmersos en un proceso electoral con resultados predecibles. En este contexto, a la oposición poco le falta para acusar al Gobierno de todos los males que afectan al vecino y hasta de las inconductas de una nación sin instituciones, incapaz siquiera de conducir sus relaciones con quien comparte una misma isla. El Gobierno, a su vez, evita al máximo el tema para que no le acusen de manipularlo políticamente. Los que desesperadamente buscan apuntalarse no alcanzan a ver las posibles bondades de un gesto de grandeza. Así no se hace patria.