Biblia, la palabra de Dios que guía y dirige nuestros pasos, dice en Hebreos 11:6 que “sin fe, es imposible agradar a Dios”. Y esa es una gran verdad. Quien no tiene fe, quien no confía en Dios, quien no solo cree en Dios sino que le cree a Dios, es imposible que pueda transitar esta dura ruta de la vida sin encontrar múltiples problemas y dificultades que no podrá enfrentar con eficacia porque le falta ese soporte sólido y firme que es la fe.
Para los que hemos asumido a Jesús como nuestro Señor y Salvador, la fe es el fundamento de nuestro accionar. La fe es la columna esencial de nuestras vidas, es el vínculo real y sólido de nuestra relación con Dios. El libro de Hebreos, en el capítulo 11 versículo 1, define con claridad meridiana la fe cuando afirma: “Es, pues la fe, la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve”. Es decir, la fe es la posibilidad real de nosotros ver con los ojos espirituales todo lo que no se puede ver con los ojos materiales. La fe es no tener ninguna duda de que Dios tiene grandes propósitos con nuestra vidas y que él va a cumplir con ellos, teniendo presente que “toda buena dádiva y todo don perfecto, viene de lo alto”.
La fe es tener la conciencia y el privilegio no solo de creer en Dios, sino de creerle a Dios y actuar conforme a sus propósitos para con nuestras vidas. Quien tiene fe no alberga ninguna duda de que nuestro Dios es grande, poderoso y misericordioso. Quien tiene fe no pone sus esperanzas en las cosas materiales de este mundo, ni en bienes o personas que habitan esta tierra. La fe nos mueve a ser firmes en nuestro Dios, a confiar en sus promesas, a seguir sus orientaciones y a cumplir con sus mandatos. Dice la Biblia en Gálatas 3 versículo 11: “Y que por la ley ninguno se justifica para con Dios, es evidente, porque: El justo por la Fe vivirá”. Vivir por la fe es mantenernos en contacto permanente con el Padre Celestial, es no dejar que las cosas materiales determinen nuestro accionar, es no permitir que la fama, el dinero, el trabajo, los placeres o cualquier actividad material, se convierta en nuestro Dios.
Nuestra fe debe ser el soporte de todas las acciones que emprendamos y de todo pensamiento que nos guíe. No debemos permitir que nuestra fe sea removida por las circunstancias que nos afecten, por una crisis económica, por una enfermedad o una frustración. Nuestra fe debe estar siempre firme y superar cualquier problema que nos ataque, porque sólo la confianza y el amor a nuestro Dios puede abrirnos el camino cierto y eterno de la esperanza y la alegría. Nuestra fe debe tener como soporte esencial la firme creencia de que nuestro Dios nos ama por siempre y para siempre y nunca, nunca, nunca, nos va a desamparar.
Debemos también estar muy conscientes de que las diversas situaciones difíciles que vivimos diariamente nos llevan a bajar nuestros niveles de fe. Los temores y ansiedades que nos generan los problemas económicos, las situaciones difíciles en el matrimonio, con nuestros hijos, con nuestros amigos, en fin, todos esos problemas nos llevan a bajar los niveles de nuestra fe, por lo que debemos estar trabajando de manera permanente para aumentar la fe y evitar que esos problemas nos ganen la batalla. La Biblia nos dice en Romanos 10 versículo 17 como recargar las baterías de nuestra fe: “Así que la fe es por el oír, y el oír por la palabra de Dios”. Por eso es importante que diariamente leamos la palabra de Dios, la Biblia, que nos congreguemos con nuestros hermanos en la fe y nos ocupemos de las cosas de Dios. Así nuestra fe se consolida cada día y seremos hijos de Dios con mayor firmeza y visión.
Con la fortaleza de nuestra fe logramos todas las victorias en este mundo y establecemos el verdadero y real vínculo con ese Dios que nos ama, nos cuida y quiere lo mejor para nosotros. Teniendo siempre presente, y haciendo parte de nuestra vida cotidiana, lo establecido en Hebreos 11:6 por el apóstol Pablo: “De hecho, sin fe es imposible agradar a Dios. Todo el que desee acercarse a Dios debe creer que Él existe y que Él recompensa a los que lo buscan con sinceridad”.