¡Cuántas historias habría, si los muros de una casa revelaran lo que han visto! ¿Qué historias desconocidas se esconden en un hogar? Ese matrimonio fallido de puras convenciones que se exhibe sonriente e integrado, pero cuando cruza la puerta se desvanece en pleitos o peor, entre silencios devastadores porque ya todo se ha dicho y poco importan las palabras. ¿Qué soledades se resguardan en los cimientos de una habitación con una computadora que une a los que están lejos y distancia a los que están cerca? Depresiones solapadas, inconformidades disimuladas, aislamiento… Los esfuerzos para mantener la familia a flote entre las carencias, económicas y afectivas. El fardo del sacrificio para lograr el título académico añorado, la tranquilidad de un sueño reparador o el insomnio que no da cabida al descanso. Tras los cristales de las oficinas se resguardan las aspiraciones truncas por el oportunismo del otro que aleja el ascenso merecido o tal vez, la grosería del jefe que ante el público es encantador, pero hay que aguantar por pura subsistencia porque, después de todo, es su empresa y puede hacer lo que le plazca. Las ideas geniales que no pidieron cristalizarse porque faltó el empuje para concretizarlas, los proyectos exitosos de un equipo que a lo mejor no recibió los créditos.
Los abusos cometidos bajo el secreto de unas ventanas cerradas que ocultan al mundo lo peor, aunque también lo mejor del ser humano en altruismos que permanecen anónimos. Los miedos, las alegrías, las esperanzas, los gritos ahogados que remueven la estructura de la casa. Sonidos de teclas por labores interminables que anuncian páginas de nuevas producciones, quejidos de tristeza, chirridos de alegría…Ese adiós que solo presenciaron los muros inertes o esa bienvenida para relaciones inexplicables que el entorno nunca sospechó existieran. Las plegarias de una madre devota, los ronquidos del que se abandona al letargo hasta el nuevo día porque su conciencia no lo desvela, la incertidumbre del mañana, las indecisiones, aunque se demuestre seguridad. Lo que se quiso hacer y no se pudo o lo que se realizó y provocó arrepentimiento. Los tratos secretos y complicidades escondidos, conexiones ventajosas que el resto no puede conocer. La cara lavada sin el maquillaje de la perfección, la flacidez escondida en una faja, las cicatrices del alma y el cuerpo que solo aprecia la oscuridad de un cuarto cerrado al caer las máscaras de las apariencias.
Y es allí, tras los confines de una vivienda, donde somos nosotros mismos, únicos, reales e irrepetibles, en nuestra propia versión que no se muestra, pero es la auténtica.