Hace años comenzó la conversación sobre las habilidades técnicas en el capital humano de la República Dominicana. El tema se ha abordado desde el punto de vista del incremento de las exportaciones, la calidad educativa, la mejora en la calidad de vida de las familias y la competitividad del país.
A estas dimensiones se le unió la demanda de habilidades relacionadas con las nuevas tecnologías. Durante los últimos años se ha popularizado el concepto de la 4ta Revolución Industrial y la jerga vinculada a ésta.
Sin embargo, fuera del discurso, la realidad del país es menos prometedora. Pareciera que la línea discursiva viaja en tecnologías cuánticas, mientras que el sector laboral dominicano sigue en trenes de vapor.
Basta con ver cuáles fueron los sectores que tuvieron mejor crecimiento interanual el año pasado. Construcción, zonas francas, comercio y transporte y almacenamiento, todas actividades económicas que no precisan de habilidades técnicas complejas.
En el informe “El Futuro Del Trabajo Y Los Desajustes De Habilidades En América Latina”, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) plantea los desafíos que posee la región de cara a las transformaciones que experimenta el mercado laboral global. Se centra concretamente en las Brechas de Habilidades, es decir, la distancia entre la demanda y oferta de mano de obra cualificada.
Si se revisa la literatura disponible entre 2016 y 2021, puede identificarse que invariablemente las empresas declaran tener dificultades para encontrar personal cualificado. La dificultad se incrementa conforme se especializan las tareas demandadas.
La primera vez que tuve noticias de este fenómeno fue en una conversación con un productor multimedia del país. Él me contaba que algunas productoras de cine se veían obligadas a traer ebanistas, pintores, iluministas y electricistas extranjeros, o en lugar de esto, a contratar tres personas para una tarea que en un set de grabación en el extranjero puede desempeñar una. El tema es qué el tipo de competencias que precisan para las producciones son muy específicas y no se encuentran en el país.
Considerando la cantidad de empleos que genera al año la creciente industria del cine dominicano, es de preocupar que oficios como estos todavía no se encuentren a la disposición de las empresas del cine. Este es solo un ejemplo de los tantos sectores que precisan de personal técnico especializado y se ven obligados a importar el conocimiento o a abultar el presupuesto de personal. Sin embargo, la principal consecuencia de esta situación no está vinculada a la mano de obra, si no a las inversiones extranjeras.
En los últimos dos años las IED han representado alrededor del 3 por ciento del Producto Interno Bruto. Los planes del país son incrementar esta participación. De hecho, previsiones oficiales aspiran a generar US$4,000 millones este año, en función a inversiones que ya están en carpeta.
Pero para lograr ampliar tanto la matriz de inversiones extranjeras como el incremento de las exportaciones de servicios modernos, es indispensable que el sector laboral dominicano evolucione. Primero, porque es la única manera de incrementar la competitividad del país. Segundo, porque no hay otra forma de superar los niveles de vulnerabilidad social.
Y esto implica que se aborden situaciones como la expresada en la encuesta realizada por Visión Mundial en distintas provincias del país. El estudio hecho por esta organización internacional arrojó que el 83.4% de los hogares encuestados admitió que no estaba en capacidad de pagar servicios de internet. ¿Cuál es el resultado de esta cifra?
Por un lado, vulneración de derechos fundamentales: falta de acceso a educación de calidad, información, capacidad productiva.
Por el otro, reducción drástica de las posibilidades de salir de la pobreza. Y sobre todo, mayor nivel de dificultad de adquirir competencias que les permitan ajustarse a las demandas técnicas de las empresas de hoy.
En definitiva, antes de hablar de 4ta Revolución y nuevas tecnologías, nos queda la tarea de pasarnos del tren de vapor al de los derechos y la alta velocidad. De otra manera, apostaremos a una economía artesanal, basada en crecimiento económico, no en desarrollo.