Imaginémonos, por un momento, que un candidato equis de uno de los partidos “mayoritarios” nuestros es obligado o presionado a declinar su candidatura. Imposible, ¿no?
Sin duda, esa extrapolación resulta, desde cualquier ángulo, improbable en nuestra exigua cultura política-democrática; pero más aún que, supuestamente, “las bases”, como se propaló, hicieron posible tal evento, cuando todos sabemos u auscultamos hasta dónde los clanes hegemónicos en el partido demócrata movieron sus influencias-presión, directa o no, para que el octogenario presidente, finalmente, declinara; más sin embargo, la pregunta obligada es: ¿no era más que evidente que Joe Biden no bebió aspirar? !Claro que sí!
Sobre las respuestas o peros (…) a la anterior pregunta, se podrían inferir otras: cuestión de tradición -privilegio o derecho a la repostulación-, o quizá estrategia futurista-legal; pero, en el fondo, predominó que los números no daban; y en consecuencia los clanes fácticos demócratas más sus satélites-agencias noticiosas comenzaron a mover o correr el relato de que “….bases” y donantes -económicos-financieros-, ante un candidato-presidente que se resistía a declinar, obligaron.
Y el cambio de esos clanes fácticos fue a última hora -había consenso en apoyar a Biden-; pero llegado el momento de mirar-actuar frente a la nueva realidad, entre los Clinton y Obama había división sobre el apoyo a Kamala Harris, diferendo que se disipó -¿o aún no?- rápidamente con el empujón primogénito del presidente-candidato que, curiosamente, cuando fue oponente partidario-interno de Harris, recibió ataques, de ella, sin piedad o consideración alguna. Y aún así, presionado o no, Biden la escogió como su vice (algo que habla bien de su decencia política-personal).
Y es que los entretelones de la política, en cualquier país o democracia, a veces resultan insondables; pues, en este caso específico, estamos viendo cómo el relato mediático de algunas agencias noticiosas no dejan de hacer su trabajo, de promoción-propaganda solapada, a favor de una agenda global y de género, en algunos aspectos la 20-30, que llevará a cambiar el significado o nombre de valores que han cimentado la civilización occidental tal cual los conocíamos mucho antes del colapso de la Guerra fría con la llegada de Mijail Gorbachov -derrumbe del “comunismo” o socialismo- y de Nelson Mandela -fin del Apartheid en Sudáfrica-.
Pero dejemos todo lo que viene, en término de forcejeos mediático-noticioso y de encuestas en el contexto de la contienda Trump-Harrris, y hagámonos la pregunta-título de este artículo: ¿habría forma, en nuestro país, de presionar para que uno de nuestros actuales caudillos-líderes decliné una aspiración así sea interna-partidaria o presidencial? Eso, sencillamente, sería imposible. Y más aún.., dizque bajo el argumento-relato de que “las bases” hicieron el milagro…..(!por favor!).
Por último, la lucha por la presidencia en los Estados Unidos y sus resultados finales, nos dirán los futuros derroteros de esta postmodernidad y si la guerra Rusia-Ucrania seguirá en cartel. Quiera Dios, que, por lo menos, el concepto familia -como diseño o construcción socio-histórica-, aún con sus aderezos contemporáneos o abecedario interminables de siglas nuevas, no perezca