Por definición, las cenizas son fracciones minerales no combustibles presentes en todo material combustible, y por ello, al fumar cigarrillo o cigarro, al quemar papel o cartón, o al quemar trozos de leña o carbón, siempre quedan finas cenizas, de color gris claro a blanco, que representan los minerales de calcio, silicio, aluminio, hierro, sodio, potasio, magnesio, etc., que estaban presentes en el material recién calcinado, y hasta el cuerpo humano, cuando al morir es incinerado por voluntad del finado, el resultado final es un moderado volumen de cenizas que es entregado para un discreto ritual frente al mar, o para colocar en tierra y cumplir el mensaje eclesial que cada Miércoles de Ceniza el sacerdote hace recordar: “polvo eres y en polvo te convertirás”, pues para todo cristiano las cenizas son parte del cuerpo humano, tanto así que, Javier Solís, en su famosa canción titulada cenizas, dice con dolor: “y si pretendes, remover las ruinas, que tú misma hiciste, solo cenizas hallarás, de todo lo que fue mi amor”.

Nuestras primeras cenizas llegaron con las primeras erupciones volcánicas ocurridas hace más de 4,500 millones de años, cuando todavía la Tierra estaba incandescente y carente de vida, y por ello, cuando aparecieron los primeros organismos unicelulares, procariotas y eucariotas, hace unos 3,500 millones de años, ya las cenizas tenían 1,000 millones de años cubriendo grandes extensiones territoriales, y durante ese tiempo la radiación solar meteorizó y degradó las rocas volcánicas y los cúmulos de cenizas volcánicas, formando así los suelos residuales originales que alimentaron y transfirieron sus elementos químicos minerales a las primeras plantas y luego a las primeras células de la vida animal a partir de la cual evolucionaron los demás animales, hasta llegar al ser humano actual, siendo la razón por la cual todos los seres vivos contenemos minerales, y como los minerales no se queman, entonces, cuando quemamos árboles y sus derivados, incluyendo carbón vegetal y carbón mineral, o quemamos un cuerpo animal, solo cenizas quedan como producto mineral final.

Por ello, todas nuestras bisabuelas, abuelas, y muchas de nuestras madres, aprendieron a convivir con las cenizas, porque crecieron en hogares donde 3 veces al día se cocinaba con leña y carbón vegetal, cuyo producto final en la base del fogón era un gran cúmulo de cenizas minerales, pues no existe sobre la Tierra ninguna planta que al quemarse no produzca cenizas, porque todas las plantas contienen minerales que han absorbido del suelo donde crecieron, y esa es la razón por la cual una manzana contiene 2 % de cenizas, una papa contiene 4 % de cenizas, una hoja de tabaco contiene 18 %, y una hoja de repollo contiene 20 % de cenizas, y tanto la leña, como el carbón vegetal y el carbón mineral, liberan cenizas al ser quemados, y quienes teorizan en contra de algunas cenizas, argumentando toxicidad, saben bien que tóxico es aquello que produce intoxicación y muerte, y saben bien que todas las cenizas, incluyendo las cenizas de carbones minerales, químicamente son similares, y saben bien que sus abuelas, al soplar el fogón, levantaban nubes de cenizas que caían sobre los alimentos, pero que también, al aspirarlas desde el aire, entraban a cada pulmón, y si algo caracterizaba a nuestras abuelas era buena salud y longevidad, siendo usual escuchar a muchos contar, con orgullo especial: “mi abuela murió de 100 años de edad cocinando en fogón de leña y carbón”, contradiciendo el argumento de que las cenizas producen intoxicación.

Es bien conocido que cenizas volcánicas y cenizas de leña eran utilizadas por los romanos, 2,000 años atrás, para mezclarlas con cal y agua de mar para obtener cemento puzolánico, el cual permitió erigir la ciudad de Roma y las principales ciudades del Imperio romano, y nunca se reportó toxicidad, como también es conocido que las cenizas han sido históricamente utilizadas para mejorar suelos agrícolas pobres en minerales, y en la agricultura nunca se ha reportado toxicidad por uso de cenizas, como también es bien conocido que en la República Dominicana, desde el 1983, opera la planta térmica Itabo I, usando carbón mineral y produciendo cenizas; que desde 1985 opera la planta Itabo 2, usando carbón mineral y produciendo cenizas; y que desde el 2001 opera la planta térmica Barahona carbón, la que también produce cenizas, pero no, a esas cenizas del fogón de nuestras abuelas, a las cenizas de la agricultura, y a las cenizas de nuestras viejas plantas a carbón, que químicamente tienen igual composición, no se les sataniza, pues esas no merecen descrédito, porque las únicas cenizas que quieren desacreditar son las que produce Punta Catalina, no porque esas cenizas no tengan usos conocidos, sino porque lo que se busca es apagar a Catalina por haber bajado los precios altos del mercado eléctrico, ya que hay sectores interesados en volver a los precios altos que existían en el mercado eléctrico antes de que Catalina entrara a intoxicar buenos negocios que tenían décadas navegando confortablemente en los mares abiertos de las finanzas públicas, y si tóxico es lo que mata, y Catalina mató algunos negocios eléctricos, es lógico que los afectados digan que las cenizas de Catalina son tóxicas.

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