En su último libro, publicado en el 2019, el periodista Andrés Oppenheimer presenta sus conclusiones sobre una investigación que hizo: el impacto de la inteligencia artificial y robótica en el empleo de la gente.
Oppenheimer decide realizar esta investigación después de alarmarse ante el pronóstico de la Universidad de Oxford: el 47 pc de los empleos en Estados Unidos serían sustituidos por computadoras y robots en los próximos 15 años. Entonces sale a viajar por el mundo, a observar la realidad de países más avanzados tecnológicamente (Japón fue su primera visita) y a conversar con expertos.
Entre sus principales constataciones se destacan las siguientes:
Las nuevas tecnologías no solo están reemplazando empleos autómatas que no requieren de mucha preparación académica (como cajeras de supermercados), si no que se están extendiendo con gran rapidez a labores más sofisticadas. Ya existen robots ejerciendo de camareros, recepcionistas (programados para siempre estar de buen humor), conserjes en los hoteles, profesores y cocineros. Hasta hubo uno que se candidateó para diputado en una localidad de Tokio (obteniendo 4000 votos). Y existen también aplicaciones que prestan a la perfección servicios contables, legales y hasta médicos…(un diagnóstico lo hacen con mayor precisión que el profesional más estudiado).
Algunos científicos pronostican que ya para el 2045, la inteligencia artificial superará a la humana. Los robots serán abogados y hasta jueces (mucho más imparciales que los humanos) y los soldados, humanoides biónicos.
La tecnología está creciendo mucho más rápido que el empleo. Y eso que ocurría durante la Revolución Industrial, que los empleos que se destruían se reemplazaban con creces…no está sucediendo ahora.
Al mismo tiempo que se van destruyendo millones de empleos, se está instalando un grave malestar social. No solo por la angustia económica, sino por la falta de sentido y propósito: “no eres necesario…todo lo que podrías aportar es inservible ya que la máquina lo hace mejor que tú”. Y a este malestar lo acompañan obviamente la depresión, la drogadicción y el alcoholismo (los psicólogos y guías espirituales no darán a basto).
La sociedad se va dividiendo en tres grupos: una élite tecnológica en la cúspide (cada vez más rica y poderosa), un grupo que le prestará servicios a esa élite (“personal trainers”, profesores de baile y de piano, guías de meditación…) y una gran mayoría (incluso de gente “muy preparada”) que estaría literalmente sobrando en el sistema. Y conformando un enorme ejército de parias (o “clase inútil” como la llama el historiador Yuval Noah Harari).
Con el tiempo cabe la posibilidad de que la gente logre reinventarse y canalizar sus energías en las áreas donde la tecnología no pudiese competir con ella. Pero esto no ocurrirá por ahora. El panorama es sombrío en el corto y mediano plazo.
Con razón el libro se titula “Sálvese quien pueda”.