Existe una sensación muy especial, semejante a la de portar una vestimenta regia para verte chic y caro, sin tener un buen cuerpo ni plata, es la sensación que da hacer discursos fabricados cuidadosamente, elegantemente articulados pero sin ser capaces de vivirlos. Las palabras alucinantes son la portada del nuevo siglo, sin embargo, saber decir dista abismos de saber hacer, aunque se sienta sabroso encantar con palabras o usarlas como estupefacientes. Pero ojo, las palabras generan futuro, cambian atmósferas, crean situaciones, sanan o enferman, maldicen o bendicen, cargan vida o muerte, pero también destino, porque daremos cuenta de cada una de ellas… De hecho, Jesús advirtió sobre usar palabras ociosas. Si hablar bien es un arte, el pensamiento es el taller de los artistas. Por tanto quienes hablan con acciones no deslumbran con palabras.