La complejidad del ser humano, sus reacciones tardías, mentalidad y por otro lado sus niveles de resiliencia, le convierten en un ser mega extraordinario; ni hablar de su capacidad de amar, sin reproches ni medidas, su solidaridad, su persistencia e inquebrantable determinación, hablan de elementos aparentemente encadenados en la propia sangre. Cuando son buenos, cuanto bendicen una vida, pero cuando son malvados, cuanta devastación traen. Tengamos esperanza en los procesos transformadores de Dios, , son el recurso divino a cambios reales e irreversibles en el espíritu humano y la sociedad misma. Como las águilas al cumplir 40, que inician su mejor etapa, nuevo plumaje, nuevo destino. No vuelan en manadas, pero están a la distancia de un llamado para acudir y resolver sin titubeos. Benditos procesos.