Es fácil darnos cuenta que nuestros niveles de tolerancia son reflejos degradados o alterados del amor que tenemos por los demás. El amor facilita la tolerancia, desarrolla la madurez y revela el verdadero valor del ser humano. Su ausencia propicia que se levanten tarimas a quienes ostentan grandes egos, usan la fuerza, reducen a emociones pasajeras los sentimientos ajenos, desgarran sueños y niegan la existencia de su presencia, solo porque en sus vidas, conceptos y patrones viven una total esterilidad espiritual. No aceptan la realidad de un sentimiento que habita en el polo opuesto de su entorno.
El amor siempre exigirá lo mejor de nosotros, el egoísmo, lo mejor de los demás, por ello quien ama no da lo excelente, que puede comprarse, sino lo extraordinario. l