El salmo 59 es quizá la más poderosa oración contra los enemigos, una súplica de liberación y protección ante las amenazas del mal personificadas e identificadas. Esto me mueve a reconocer la importancia de orar por los enemigos hecha por Jesús, porque hay victorias y paz cuando conocemos nuestros enemigos y sus asechanzas, pero, ¿qué tal cuando no conocemos los enemigos internos, ocultos del alma y del espíritu? Oye, ¿acaso tus enemigos físicos y terrenales no son los mismos que harán que se haga visible tu gallardía, tus valores, tu grandeza? ¿Qué tal si perdemos verdaderos amigos porque no hemos identificado esas áreas que no encajan con la mejor versión de ellos? El peor enemigo no es el que tiene rostro de amigo, es el que no quiero ver.