En tiempos recios la cercanía con Dios trae su presencia, esa que fortalece nuestras almas. Con Dios no solo podemos hacer las mejores conversaciones, encontramos respuestas puntuales y la visión clara que ningún mortal puede darnos. Al orar, habla con Dios, consciente de que hablas con tu Padre. Tal vez si te oyes, notarías que la idea de padre que tienes no es del todo la mejor, que hablas con amigos profundidades, en niveles de confianza que no usas con Dios. Tal vez ese es el punto, no hablas con Dios porque tienes desconfianza en sus métodos y no lo ves realmente como tu Padre, sino como el genio de la lámpara. Jabes oró y le otorgó Dios su petición, entonces tu oración más sencilla puede callar más que tu petición más grande.