De nuestro interior fluye una certeza viva, como fuego, que nos mueve y promueve a una lucha sin pausa. Es una corriente victoriosa atada a los nudos de Sus sagradas promesas, conectando en nuestro pulso el impulso de la osadía y la determinación. De ahí, que nuestro accionar esté fundido con las fuerzas que día a día nos añade el autor y consumador de nuestra fe, nuestro Señor Jesucristo!

Por tanto, ni la indecisión ni la incertidumbre, ni el cansancio ni el desánimo, ni las trampas ni los asaltos, ni la duda ni los fracasos, ni los traidores o los burladores, nada, nadie nos impedirá dar un paso más hacia la conquista de nuestros campos, nuestras metas y nuestros sueños, porque fiel es quien ha prometido.

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