Vivimos en una sociedad que evita pedir perdón, pedir permiso o pedir otra oportunidad. Prefieren cualquier alternativa que oculte la hinchazón que la culpa produce al alma. Antes que responsabilizarse de sus actos desvían la culpa, culpando a otros, la anestesian, buscando el éxtasis de muchas maneras; hay quienes minimizan su culpa haciendo creer que es el otro quien exagera. No faltan los evasivos, que se salen del escenario de los hechos al del compromiso fabricado, ni los que neutralizan sus culpas haciéndolas invisibles, llenando sus vidas de filtros. Ellos son semejantes a quienes la entierran bajo una agenda o un status o quienes “niegan su culpa” como si nada pasó. Sea que tengas culpa o no de lo que pasó, Jesús ya se hizo cargo, pasa por la cruz.

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