No hay mal que por bien no venga, es el popular dicho y en la Biblia encontramos certeramente que “a los que aman al Señor todas las cosas ayudan a bien”. Nadie se quejará de sus situaciones si aprende y hace suya la realidad de que nunca se obtuvo una victoria sin ganar varias batallas, nunca se hizo nada nuevo sin intentar muchas veces, nunca se llegó muy lejos sin dejar todo detrás. Nada se gana sin dolor, sin compromiso, sin paciencia, sin sacrificio, sin fe o sin determinación. Por tanto la adversidad no es más que el primer gran escalón al triunfo, la primera lección sobre coraje, el mejor entrenador sobre perseverancia y la señal inequívoca de que corres en el maratón por los milagros.