Creo que las palabras son nada cuando el fruto del Espíritu Santo sale al escenario. Nuestras predicaciones, escritos, declaraciones o conversaciones son flores de una primavera que será puesta a prueba en otoño pero se abrirán en invierno. Es por eso que nuestro hablar debe ser si sí o no no, porque muchos hay dispuestos a imitarnos o criticarnos, desde nuestros hijos, quienes nos admiran, hasta quienes nos adversan. Es fácil decir “amén” a cosas que creemos o aprobamos en el florecer de esas posturas, pero ¿qué tal si seguimos diciendo amén cuando la oposición viene con riegos potenciales? ¿Son nuestras palabras todo terreno y válidas en cada estación? Ya que Dios pone el querer como el hacer por su buena voluntad, entonces que nuestro hablar se encuentre con su hacer.