Nos acicalamos de forma especial para grandes momentos, hasta lucir puro esplendor, pero el adagio dice “caras vemos, corazones no sabemos” porque se dan casos donde el esfuerzo de brillar es proporcional a lo que necesita ocultar el corazón.
Mientras la vida prepara pasarelas para exhibir su selección de temporada, Dios hace temporadas para revelar aquello que no será conocido fuera de los caminos del dolor. Pensemos en corazones que florecen en el lecho de muerte de un extraño, héroes que nacen en un accidente inesperado, amigos que el dolor reveló, caridad que destapa el hermano que nunca pensé tener, amores que vivieron mil retos para hacer click con la punta de los dedos.
Y es que cuando el corazón da la cara, el dolor es un lujo de primera necesidad.