En tiempos de alto crecimiento, como ha sido desde 2014 hasta 2018, lo esperable es que los indicadores del mercado de trabajo mejoren. Esto significa que el crecimiento del número de personas ocupada crezca, que la tasa de desempleo se reduzca y que los ingresos laborales reales se incrementen. Y según los datos de la Encuesta Nacional Continua de Fuerza de Trabajo (ENCFT), la nueva encuesta que el Banco Central aplica para medir principalmente la situación de los empleos y las remuneraciones, eso es lo que ha ocurrido.
El número de personas disponibles para trabajar aumenta cada año a razón de unas 110 mil personas. Por su parte, el número de personas ocupadas ha crecido a razón de casi 127 personas. En otras palabras, entre 2014 y 2018, el número de empleos que se crearon ha sido mayor que el número de personas que se incorporaron al mercado de trabajo. El resultado es que, medida por diferentes métodos, la tasa de desempleo ha declinado. Esto es lo esperable y allí no hay sorpresas.
Pero hay otros aspectos que dilucidar y preguntas aún más interesantes que responder. Por ejemplo, ¿la caída del desempleo se compadece con el crecimiento que hemos visto? ¿está el crecimiento generando el número de empleos esperados o está quedando por debajo? ¿En cuales sectores de actividad se han generado los más de 570 mil nuevos empleos creados entre 2014 y 2018? ¿Quiénes son los que han venido encontrando trabajo? ¿Las mujeres? ¿Las personas jóvenes? ¿Han crecido las remuneraciones laborales? ¿Las de quiénes? Este artículo procura responder a varias de ellas.
Hasta 2016, crecimiento sin empleos
Con el crecimiento que se registró entre 2014 y 2018, ¿fue la caída del desempleo la esperada o debimos esperar una caída más intensa?
Responder a esta pregunta de forma inequívoca y robusta rebasa las posibilidades de estas líneas. Sin embargo, la observación simple de datos básicos a lo largo de los últimos 13 años indica que el crecimiento del PIB real está generando cada vez menos reducción de la tasa de desocupación. Eso significa que hay que crecer más para obtener los mismos resultados en empleos.
En promedio, entre 2005 (después de la crisis bancaria) y 2018, por cada punto porcentual de crecimiento del PIB, la tasa de desempleo cayó en apenas casi 0.1 puntos porcentuales. En palabras sencillas, eso significa que para que en un año el desempleo se reduzca en un punto porcentual, el PIB real tendría que crecer tanto como 10%. Eso es consistente con el hecho de que, para la mayor parte de ese período, a pesar del alto crecimiento promedio (por encima de 5%), la tasa de desocupación se redujo, pero lentamente.
Entre 2005 y 2008, en un contexto de recuperación del crecimiento después de la crisis bancaria, cada punto porcentual de crecimiento del PIB real redujo la desocupación en 0.14 puntos porcentuales. El crecimiento promedio fue de 7.3% y el desempleo cayó en un punto porcentual por año, pasando desde 18.4% en 2004 hasta 14.2% en 2008.
Sin embargo, entre 2009 y 2012, la creación de empleos se derrumbó y la caída del desempleo se estancó, en parte porque el crecimiento fue bajo (3.8% por año). En ese período, el crecimiento no sólo no redujo la desocupación, sino que esta se incrementó desde 14.2% en 2008 hasta 14.7% en 2012.
Entre 2013 y 2016, la historia no fue muy diferente en términos de la relación PIB y empleo, a pesar de que el crecimiento fue bastante más alto. El PIB creció en promedio en 6.5% por año, pero el desempleo cayó en sólo 1.4 puntos porcentuales en el período (desde 14.7% en 2012 hasta 13.3% en 2016), para una tasa media anual de apenas 0.3 puntos porcentuales. En promedio, la desocupación apenas se redujo en 0.05 puntos por cada punto porcentual de crecimiento del PIB.
Donde aparece la diferencia es en 2017 y 2018. En esos dos años, el crecimiento se sostuvo, pero el desempleo se redujo mucho más de lo que lo hizo en el pasado reciente. Cayó en dos puntos porcentuales, haciendo que la relación crecimiento-desempleo subiera hasta 0.17, por encima del promedio observado entre 2005 y 2018, y también por encima de lo registrado durante la recuperación de la crisis (2005-2008).
Todo lo anterior indica que después del rebote de la crisis de 2003-2004, el crecimiento generó pocos empleos y hasta 2016 la caída en la desocupación fue muy lenta. Vivimos, casi literalmente, un período de crecimiento con persistente desempleo. En 2017 y 2018, la situación parece haber cambiado drásticamente, aunque queda pendiente verificar si se sostendrá a más largo plazo.
¿Dónde se generaron los empleos?
Los empleos que se crearon fueron principalmente en actividades de servicios diversos, construcción, industrias y educación. Estas cuatro explicaron casi el 60% de todo el nuevo empleo.
De los 574 mil empleos creados entre 2014 y 2018, casi 140 mil, más de 24% del total, fueron creados en el sector “otros servicios”. Fue la actividad que creó la proporción más elevada de los nuevos empleos. En 2018, más de 800 mil personas estaban ocupadas en ese tipo de actividades, y algo más de la mitad de esos empleos eran informales, presumiblemente de baja calidad y productividad.
En la construcción se crearon otros 81 mil empleos, para un 14.2% de los nuevos puestos. Pero más del 80% del empleo en esa actividad es informal. En el comercio se creó un número similar de puestos. Allí, el 60% del empleo es informal y seguramente precario.
En las industrias, se crearon otros 61 mil, para un 10.7% del total. Allí, la proporción de formales es muy elevada (más de 70%), aunque muchas de las empresas son pequeñas industrias de baja productividad. Por último, en la educación, muchos presumiblemente en el sector público, se crearon casi 60 mil puestos, para un 10.4% del total.
En contraste, la agricultura perdió más de 13 mil puestos.
¿Quiénes encontraron trabajo y quiénes no?
Del total de nuevos empleos, el 53% lo obtuvieron las mujeres, una buena noticia considerando que la tasa de desocupación entre ellas es notablemente más elevada que entre los hombres. Además, el 73% de los nuevos ocupados, hombres y mujeres, habían alcanzado educación secundaria.
Sin embargo, las mujeres jóvenes (entre 15 y 24 años) sólo obtuvieron el 2.1% de los nuevos puestos mientras los hombres jóvenes perdieron empleos en una proporción similar. Entre las mujeres, casi el 88% de los nuevos empleos fueron obtenidos por aquellas entre 25 y 59 años, y entre los hombres fue el 74%.
Estas cifras indican que obtuvieron trabajos hombres y mujeres adultos con educación secundaria, y que los y las jóvenes no han tenido oportunidades para emplearse. No es sorpresa, por lo tanto, que el desempleo sea tan elevado entre ellas y ellos. Por eso, tiene todo el sentido del mundo enfocar los esfuerzos públicos por derribar las barreras que la juventud enfrenta para encontrar trabajos.
¿Cómo se comportaron los ingresos laborales?
Los datos de la ENCFT indican que entre 2014 y 2018, los ingresos laborales reales subieron. La remuneración media por hora pasó desde 80.5 pesos en el tercer trimestre de 2014 hasta 114 pesos en el último trimestre de 2018. Esto equivale a un incremento de 42%. El poder de compra de esas remuneraciones también subió en 30% porque la inflación fue baja.
Los que más vieron incrementar sus remuneraciones fueron los empleados del sector financiero (224%). Muy atrás en el segundo lugar quedaron los trabajadores y trabajadoras de la enseñanza, que vieron sus ingresos nominales crecer en 45%, y los del transporte en 43%.
Los más rezagados fueron los trabajadores de la salud, cuyo incremento en esos cuatro años fue de sólo 8%, menos que la inflación. Por eso, hoy ganan menos en términos reales que en 2014. Otros también permanecieron rezagados, pero no tanto ni vieron sus salarios reales caer. Los de la industria crecieron en 25%, menos del 60% del promedio, los del comercio en 28% y los de la construcción en 30%.
Las conclusiones son cuatro. Primero, a excepción de 2017 y 2018, el crecimiento aparenta ser cada vez menos efectivo para bajar el desempleo. Segundo, el mayor número de empleos se generó en actividades como servicios diversos y construcción, con alta informalidad y precariedad, aunque también en las industrias (formal privado) y educación (público), Tercero, los nuevos empleos fueron ocupados por la población adulta, mientras una enorme proporción de jóvenes continúan estando excluidos de la oportunidad de lograr un empleo.
Por último, los ingresos laborales aumentaron, pero lo hicieron de forma muy desigual. En la mayoría de los grandes sectores empleadores (industria, agricultura, comercio y servicios diversos), las remuneraciones permanecen por debajo de la media nacional.