Sin lugar a duda uno de los organismos del Estado que más polémicas han generado en nuestro país en las últimas décadas es la Cámara de Cuentas, al extremo de que, entre los pocos casos de juicio político realizados en nuestra historia republicana, uno de ellos fue en el año 2008 a los entonces miembros de esta, aunque al final solo uno fuera destituido pues los demás decidieron renunciar antes.
Parece que la reforma que se hiciera a este órgano en el año 2004, y que supuestamente tenía como propósito el fortalecimiento de su rol, de nada sirvió, como tampoco el que se le despojara de sus funciones jurisdiccionales mediante la Ley 13-07, ni que la reforma constitucional de 2010 cambiara la forma de escogencia de sus miembros, de la elección por el Senado de una terna presentada por el Poder Ejecutivo, a una terna presentada por la Cámara de Diputados.
De nada ha servido tampoco que en una simulación de transparencia se haya convocado públicamente a personas interesadas que reúnan los simples requisitos exigidos a presentarse como candidatos, ni que se hayan organizado jornadas de entrevistas con los integrantes de las ternas presentadas que se difundieron en tiempo real, como se hizo en la última elección, pues los resultados han sido más que funestos.
Al examinar las cinco ternas de las cuales se eligió la actual Cámara de Cuentas no es difícil descubrir qué personas con mejores calificaciones, mayor historial de experiencia o reconocida solvencia moral quedaron fuera de la selección, como también otras que participaron no fueron siquiera tomadas en cuenta en dichas ternas a pesar de sus méritos, y esto es así porque al final la selección es un reparto entre las fuerzas políticas de turno, con alguna que otra excepción.
Y es que esa metodología de tomar en cuenta únicamente a aquellos que se atreven a postularse, o que consiguen que organizaciones los postulen, y a someterse a ejercicios muchas veces manipulados, ha tenido como resultado en la mayoría de los casos excluir a los mejores, que generalmente ni están interesados en aceptar posiciones públicas y que solo lo harían si los convencen de asumirlas, y que se haya elegido como en este caso a algunos que para la mayoría eran simples desconocidos.
A todo eso se suma que ser miembro de un órgano colegiado es un reto, pues las culpas se comparten aunque sean ajenas, lo que se ha intentado mitigar con los votos disidentes, y los éxitos generalmente los reditúa quien los preside, y también un albur, porque mediante un nombramiento personas que nunca han trabajado juntas, que no se conocen, ni tienen similares condiciones, deben en lo adelante tomar decisiones por mayoría y tratar de asumir un espíritu de cuerpo que solo puede lograrse con base en confianza y respeto mutuo, así como compartir los mismos valores y propósitos. Quizás por eso muchos entes de control externo son ejercidos por una autoridad única, y son los cuerpos colegiados básicamente los que tienen funciones jurisdiccionales.
El informe de la comisión especial de diputados que concluyó que los miembros de la actual Cámara de Cuentas cometieron faltas graves que justifican un juicio político, sancionando culpas ajenas sin asumir las propias, al igual que el informe disidente de algunos miembros, evidencia que en dicho órgano hay de todo menos cohesión, y que si causas sospechadas imposibilitaron su operatividad, luego de este proceso las incompatibilidades reinantes serán irreparables, y mucho menos por un presidente que entre otras fallas ha demostrado que carece de liderazgo, madurez e inteligencia emocional para manejar un órgano como este que por su diseño implica un reto superior, debido a que todas las facultades son del pleno.
Mantener la actual Cámara de Cuentas con el descrédito que tiene es enterrarla viva, lo que quizás es el objetivo de algunos, destituir a todos sus miembros sería casi imposible por la disidencia y generaría injusticias, además de que provoca temor pasar por un proceso así a menos de un año de las elecciones. La división reinante mantiene a sus miembros aferrados a sus puestos, por eso no se han dado las renuncias que acontecieron en el 2008, lo que podría ser la clave para facilitar una salida, pues si los más conflictivos renunciaran, quizás podría salvarse el tiempo que le queda a esta.