Todo comenzó con el pecado original que ocurrió en el paraíso de la geografía acogedora para los turistas que imaginó Angel Miolán. El sueño de aquel visionario fue transformándose gradualmente en una creencia posible que convergió a realidad a través de una sucesión de políticas públicas ejecutadas durante el gobierno de los 12 años de Balaguer. Los jóvenes de hoy quizás no recuerdan la conversión del entonces Departamento de Turismo en Secretaría de Estado en 1969; la Ley 153 sobre Promoción e Incentivo al Desarrollo Turístico de 1971; la creación en 1972 del Infratur como dependencia del Banco Central que dirigía Diógenes Fernández; el esfuerzo del Estado dominicano para dar a luz en Puerto Plata, el primer polo turístico del país; y la decisión del Gobierno de Salvador Jorge Blanco de autorizar, en 1983, la construcción en Punta Cana del primer aeropuerto internacional privado.
Es posible que desconozcan que, el 23 de enero de 1985, sirviendo Jorge Blanco como presidente de la República y Hugo Guiliani Cury como gobernador del Banco Central, se tomó una de las decisiones más trascendentales para preparar la apertura de la economía dominicana a la inversión y al comercio de bienes y servicios: la unificación cambiaria. Quizás no se han detenido a analizar cómo la reforma arancelaria de 1990, la tributaria de 1992, la concesión otorgada a CEPM para generar, transmitir, distribuir y comercializar electricidad en Punta Cana-Bávaro y Bayahíbe en 1992, la apertura del mercado de las telecomunicaciones a la competencia en 1992, y la Ley 16-95 sobre Inversión Extranjera de 1995, estimularon el desarrollo del turismo.
No podemos descartar que la nubosidad extrema provocada por la crisis bancaria de 2003-2004, haya impedido a nuestros jóvenes ver cómo la Ley 158-01 de Fomento al Desarrollo Turístico y el fuerte aumento del retorno en las inversiones turísticas inducido por la mega-devaluación del peso del 2003-2004 estimularon la inversión turística durante el gobierno de Hipólito Mejía. Más aún, les impide ver cómo el creciente ahorro previsional generado por la reforma de pensiones realizada durante ese gobierno, se convertirá en el futuro cercano en una de las fuentes naturales para financiar la expansión de la infraestructura hotelera del país.
La lucha política que se da en las tropicales economías emergentes, quizás no deja ver el gran aporte al desarrollo del turismo que tuvieron la estabilidad macroeconómica, la ampliación y modernización de la infraestructura vial y aeroportuaria, la continuación de los incentivos a los inversionistas y la promoción de nuestros atractivos turísticos durante los gobiernos de Leonel Fernández (1996-2000 y 2004-2012) y Danilo Medina (2012-2020). Recordemos que el “Lo tiene todo” que adornó la más exitosa participación del país en Fitur (2023), nació en el 2013.
Cinco décadas de políticas adecuadas convencieron de manera clara a los inversionistas que, para la República Dominicana, el desarrollo del turismo, fue, es y seguirá siendo un pilar fundamental de su Proyecto de Nación. Por eso han arriesgado sus capitales y han obtenido, según han reconocido los propios empresarios hoteleros extranjeros, uno de los retornos más elevados de la historia de la industria turística a nivel global. Esos esfuerzos acumulados durante los 50 años transcurridos entre 1969 y 2019, explican las 83,000 habitaciones hoteleras que exhibía el país a final de 2019.
La recuperación que ha tenido el turismo luego de la devastación transitoria provocada por la pandemia del Covid-19 ha sido espectacular. En lugar de deprimirse, el Gobierno se puso el cuchillo en la boca. Consciente de que contaba con una infraestructura hotelera intacta, inversiones en proceso que no se detuvieron y de un capital humano deseoso de seguir sirviendo con calidez al turista, dio inicio a una sucesión de “roadshows” con los “players” públicos y privados que tenían incidencia en el turismo, con el objetivo derribar las barreras levantadas por la pandemia y estimular el regreso de los turistas. Los resultados están a la vista de todos. El Banco Central acaba de informar que el turismo generó ingresos de divisas por US$8,407 millones, creció en 24% y fue responsable de casi el 30% del crecimiento real del PIB del año pasado (4.9%).
Hay que aplaudir que la administración del presidente Luis Abinader no se duerme en sus laureles con la recuperación lograda. Está consciente que el 2023 presenta retos importantes debido a la desaceleración global, el agotamiento de los ahorros de los hogares, el aumento de las tasas de interés, la oferta rezagada en la disponibilidad de asientos y el elevado costo de los pasajes. Por eso participa con intensidad en las ferias internacionales y realiza agotadores “roadshows” destinados a promover República Dominicana como destino turístico y movilizar la inversión extranjera hacia ese sector de nuestra economía. No parece posible que el turismo replique este año el crecimiento real de 24% de 2022. Lo qué si es posible, y el Gobierno aparentemente está en eso, es lograr la desviación hacia el país que “Lo tiene todo” de turistas que piensan viajar a geografías a las que les falta algo.