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“Valoremos la sencillez como una virtud que empina nuestras almas”, reflexionaba en esta Navidad al observar los mensajes del papa Francisco. Los líderes morales más admirados en la actualidad tienen un elemento común: la sencillez. En ellos la resaltamos como algo grandioso, como una virtud casi inconcebible entre los famosos. Es tan intensa, que en ocasiones justificamos sus posibles desaciertos y criterios no compartidos.

La historia nos presenta seres extraordinarios, como si fuesen mitológicos, que trascendieron lo mundano, que fueron dignos expositores de sencillez. Y es que la sencillez es la grandeza, nos decía José Martí. Ejemplos de sencillez y celebridad: la Madre Teresa, Nelson Mandela y Pepe Mujica.

La sencillez, para ser cierta, es espontánea y silenciosa. No se exhibe ni se anuncia con bombos y platillos, porque eso la convierte en falsa y la gente nota el teatro y se espanta. La sencillez brota íntegra de las miradas, sonrisas y abrazos, donde cada gesto se expresa con armonía y perfecta naturalidad.

La maldad y la sencillez son irreconciliables; quien es malo y aparenta sencillez, es malo y a la vez hipócrita, un actor en los escenarios del cinismo y de la manipulación. La sencillez no se compra, estudia o alquila; se nace con ella o bien se adquiere gracias a experiencias que fortalecen nuestra voluntad y buen juicio. Se perfecciona con base en la sabiduría, humildad, comprensión y buena fe.

Algunos afirman, erróneamente, que la sencillez solo encaja en los pobres, pues los desamparados no tienen opciones. Pero “necesidad” y “sencillez” no es lo mismo ni es igual. El que ama la sencillez es rico, aunque no tenga cuenta bancaria.

No nos creamos los protagonistas, los amos del universo, dizque porque temporalmente somos importantes y reconocidos. Resaltemos la sencillez como una expresión que nos engrandece.

Sencillez y fama: ¿armonía quimérica?, ¿excluyentes? Sencillez, con o sin fama, es trascender; pero la fama sin sencillez es un espacio oscuro, vacío. Al lograr el éxito, exclamemos: “¡Triunfamos, hicimos el trabajo! Ahora se nos imponen más estas 5 palabras: sencillez, humildad, honestidad, trabajo y eficiencia”. ¡Qué compromiso el del que gana!

Todo nos resultará más sencillo de la cuenta si comprendemos que nuestra existencia está compuesta de risas y llantos, amores y sinsabores, ilusiones y realidades. La sencillez representa un valor agregado incalculable. Es un oro que tiene brillo infinito. Es un don que se respeta y se aprecia. Seamos sencillos de corazón, pensamiento, palabra, obra y acción.

La vida es más sencilla de la cuenta, pero nosotros la complicamos, alteramos y convertimos en indomable. Resaltemos la sencillez y lo sencillo; estoy convencido de que al hacerlo seremos más felices y útiles a la sociedad.

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