En el debate surgido a propósito de la Ley de Partidos, y al no tomar decisión el CP, dejó en libertad a los legisladores que integran el Bloque y a los miembros del CP y de la organización.
En ese contexto, asumí posiciones en ese debate, por estar en libertad de hacerlo. A una decena de senadores les molestó una afirmación que en su momento expresé. No aceptaron el uso de una metáfora, propia para llegarle a un gran público.
Procede decir que una metáfora está definida como una expresión sobre una idea o un objeto al cual no describe directamente, sugiriendo una comparación, para facilitar su comprensión; rompe las fronteras del lenguaje para decir lo indecible. Enriquece el vocabulario de la lengua. Son imágenes y tradición retórica, literaria y expresan un juicio de valor.
Es una figura retórica o tropo (cambiar o alterar) en el que se traslada el significado de un concepto a otro. Se busca establecer una relación inverosímil de aparente semejanza o analogía.
Cuando en medio del debate, y estando en conocimiento del Senado, que ante la renuencia a escuchar diversos sectores de la sociedad, dije que “mis perros escuchaban más que los senadores”.
Es una metáfora construida para, no sólo romper la frontera del lenguaje, sino para facilitar la comprensión del concepto expresado.
Por demás, procede recordar que literalmente los perros tienen el oído más desarrollado que los humanos. El oído de los caninos registra hasta 35 mil vibraciones por segundo, con una evolución cuatro veces mayor a la humana. La audición se transmite por medio de ondas y la frecuencia de vibraciones se mide en hercios (Hz). La del ser humano es de 20-20.000 Hz., mientras que la de los perros, es de 20-65.000 Hz; sensibles a 500-16.000 Hz. Tienen 17 músculos en cada oreja y los humanos 9 y el promedio de éstos utiliza 1 ó 2.
Los perros son seres vivos leales, afectuosos, sensibles y expresan alegría ante la presencia del amo o de quienes le prodigan atención, aprecio y respeto.
La expresión que utilicé es literalmente así, por lo explicado, y hubo hasta quien escribió que fue una metáfora excepcional. Pero una decena de senadores se ofendió, no precisaron en su comunicación al CP que fue por esa expresión, sino que usaron tantos adjetivos para descalificarme, que recordé una anécdota con el profesor Juan Bosch, de la cual doy testimonio.
Recién llegado al país desde el exilio, debido a que sus hermanas vivían en la calle Polvorín, esperé poder verle, también vivía en el sector. Había terminado el bachillerato, pero seguía contribuyendo con el periodiquito mimeografiado del liceo. El mimeógrafo era el medio de copiado, había sido patentado por Thomas Alva Edison en 1887.
Conocía de su capacidad intelectual, por lo que le llevé un artículo de cuartilla y media (una cuartilla es una página 8 y 1/2 por 11, escrita a dos espacios). Empezó a leerlo al tiempo que con su pluma iba redondeando palabras.
Al terminar, me pasó las dos páginas. Me miró fijamente y me dijo: quítele esos 40 adjetivos, “deje que sea el lector quien califique”.
La decena de senadores usaron tantos adjetivos que se les pasó decir de qué se trataba su comunicación.