Especial para elCaribe
Hace tres años, un grupo de científicos de distintas disciplinas de toda la región de Centroamérica y el Caribe, a través del proyecto Lamistad que integran científicos como el físico teórico Galileo Violini, por citar alguno, iniciaron una campaña para posicionar la propuesta de crear una infraestructura científica de gran envergadura en el Gran Caribe: un sincrotrón.
Este proyecto pretende que en la región se construya el segundo sincrotrón latinoamericano (ya hay uno en Brasil), lo que representaría mucho más que un avance tecnológico pues marcaría un hito por el potencial de transformar la educación superior, impulsar la investigación científica sobre cambio climático y medioambiente, y generar importantes impactos económicos y sociales en la región.
Pero ¿qué es exactamente un sincrotrón? En términos sencillos, un sincrotrón es un acelerador de partículas. En su interior se inyectan electrones que han sido previamente acelerados hasta alcanzar velocidades cercanas a la de la luz y que, al someterse a un campo magnético perpendicular a su trayectoria, son forzados a circular. Durante este proceso, y a medida que se aceleran, emiten una radiación especial conocida como luz de sincrotrón. Esta luz posee propiedades únicas que permiten estudiar la materia a escalas atómicas y moleculares.
Obviamente, estos son experimentos científicos muy avanzados para el ciudadano común, pero que han permitido avances en múltiples campos científicos. Desde la física de partículas hasta la medicina, la arqueología y la química, los sincrotrones son herramientas indispensables para la investigación.
Este proyecto podría revolucionar la investigación en física y abriría un abanico de oportunidades en áreas tan diversas como el monitoreo ambiental, la medicina y la restauración del patrimonio cultural en Centroamérica y el Gran Caribe.
En el contexto del cambio climático, se pueden desarrollar acciones como:
- Monitoreo y reducción de la contaminación:
Facilitar el análisis detallado de partículas contaminantes en la atmósfera. Por ejemplo, pueden identificar y caracterizar tanto las partículas finas (menores a 2.5 micrómetros) como las más grandes (hasta 10 micrómetros) que provienen de fuentes diversas como el tráfico vehicular, la industria y la quema de combustibles fósiles. Esto permitiría entender el origen y la composición química de estos contaminantes, lo que resulta fundamental para diseñar estrategias que reduzcan la contaminación del aire y sus efectos en la salud pública. - Captura y almacenamiento de carbono:
La investigación de materiales porosos utilizados en la captura y almacenamiento de CO2 se beneficia enormemente de la luz de sincrotrón, al analizar la microestructura de estos materiales. Esto permite optimizar su capacidad para retener carbono, lo cual es crucial para reducir las concentraciones de gases de efecto invernadero y mitigar el efecto invernadero. - Energías limpias:
Los sincrotrones juegan un papel esencial en el desarrollo de tecnologías como las celdas solares avanzadas, permitiendo estudiar defectos y estructuras en materiales fotovoltaicos. Además, en el ámbito de las baterías y otros sistemas de almacenamiento energético, ayudan a comprender los procesos internos, lo que facilita el diseño de baterías más eficientes y duraderas. - Estudio de los océanos:
El análisis de sedimentos marinos, corales y otros indicadores biológicos y geológicos es posible gracias a la capacidad de penetración de la luz de sincrotrón, lo que permite evaluar la acidificación de los océanos y los efectos del cambio climático en los ecosistemas marinos, aportando datos críticos para la elaboración de políticas de mitigación y adaptación. - Restauración ambiental:
Los sincrotrones son utilizados para investigar cómo ciertos materiales pueden degradar contaminantes en condiciones ambientales específicas o para estudiar la capacidad de las plantas de extraer metales pesados de suelos contaminados, un proceso conocido como fitorremediación.
Impacto en educación y ciencia
Además de sus aplicaciones prácticas, la creación de un sincrotrón en el Gran Caribe puede transformar la educación superior en la región, porque la formación en ciencias, particularmente en física, experimentaría una revolución que no se limitaría a la mera adquisición de conocimientos teóricos, pues impulsaría la creación de programas académicos y de investigación interdisciplinaria, integrando la física, la química, la biología, la medicina digital, la inteligencia artificial y otras disciplinas.
La educación científica en toda América Latina enfrenta limitaciones, las universidades, en muchas ocasiones, han sido relegadas a un rol secundario, sin la inversión necesaria en infraestructura de alta tecnología, y República Dominicana no escapa a esta realidad.
Sin embargo, la construcción de un sincrotrón para Centroamérica y el Caribe no solo representaría un salto cualitativo en la capacidad investigativa de la región, sino que fomentaría la colaboración público-privada y la cooperación internacional, como ya ha sucedido en otras regiones más complejas.
Por ejemplo, el sincrotrón Sesame en Medio Oriente han demostrado que es posible formar equipos de alto nivel mediante programas intensivos de capacitación y colaboración.
La perspectiva educativa va de la mano con la posibilidad de generar un impacto positivo en la sociedad, dado que la formación de nuevos profesionales altamente capacitados en disciplinas científicas y tecnológicas es clave para el desarrollo sostenible y para enfrentar desafíos globales.
La creación de un sincrotrón regional podría actuar como catalizador de un círculo virtuoso: impulsar la investigación de vanguardia, atraer inversiones y fomentar la cooperación internacional, mientras se fortalece el tejido académico y se generan nuevas oportunidades de empleo.
Impacto social y económico
Un proyecto de esta magnitud, que en República Dominicana es impulsado por el Consejo Nacional para el Cambio Climático, tiene la capacidad de transformar sectores clave de la economía y contribuir de manera decisiva al cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS).
De hecho, podemos señalar el impacto directo de un sincrotrón en la búsqueda de objetivos de desarrollo económico y social que todos compartimos, tales como:
•Erradicación de la pobreza y desarrollo social:
La construcción y operación del sincrotrón genera empleo directo e indirecto, impulsando la economía local y regional.
Aunque requiere una inversión inicial que ronda los 300 millones de dólares para la construcción, y entre 15 y 25 millones de dólares anuales para operaciones, se vería compensada por el retorno económico que genera la actividad científica, tecnológica y educativa derivada del proyecto.
- Mejora en la salud y la calidad de vida:
El uso de la luz de sincrotrón en medicina ha permitido avances en la producción de radioisótopos, técnicas de imagen médica y el desarrollo de nuevas terapias. Un ejemplo reciente es el trabajo realizado en el sincrotrón brasileño Sirius, que permitió identificar una enzima clave para el desarrollo de vacunas contra la COVID-19. Estas innovaciones tienen el potencial de mejorar la atención sanitaria y salvar vidas. - Revitalización del patrimonio cultural:
Un ejemplo fascinante es el uso de técnicas de inteligencia artificial y luz de sincrotrón para descifrar los papiros de Herculano, restos de una biblioteca oculta por la erupción del Vesubio en el año 79 d.C. Esta tecnología ha permitido reconstruir textos sin dañar los frágiles materiales, lo que abre nuevas posibilidades en el estudio y preservación de nuestro patrimonio histórico.
La creación de un sincrotrón en el Gran Caribe, por tanto, no solo consolidaría un centro de excelencia científica, sino que se convertiría en un motor de desarrollo integral, promoviendo avances en salud, medioambiente, educación y cultura.
¿Es factible este proyecto?
Aunque los costos aproximados de inversión y operación puedan parecer elevados a primera vista, representan una fracción relativamente pequeña en comparación con el Producto Interno Bruto (PIB) anual de la región del Gran Caribe, especialmente si se incluye a México, cuya economía supera ampliamente el billón y medio de dólares.
La magnitud del desembolso se vuelve aún más viable al considerar un modelo de financiamiento regional y colaborativo, en el cual los costos se compartan entre varios países.
Esta estrategia no solo reduciría la carga financiera individual, sino que transformaría la inversión en un catalizador de desarrollo tecnológico, científico y educativo que genere beneficios a largo plazo en la región.
Respecto a la factibilidad de ubicar una infraestructura de tal envergadura, es evidente que México destaca por contar con una sólida base académica y científica, con instituciones de renombre como la Universidad Autónoma de México (UNAM) y el Instituto Politécnico Nacional (IPN), lo que lo posiciona como un candidato idóneo para la instalación de la planta física de un sincrotrón.
Por otro lado, Panamá y la República Dominicana, aunque poseen economías más modestas, han demostrado un creciente interés en potenciar la ciencia y la tecnología, lo que podría facilitar la atracción de inversiones y la cooperación internacional necesaria para el proyecto.
Además, América Latina cuenta con científicos capacitados en países como México, Colombia y Brasil, quienes tienen experiencia en el manejo de instalaciones de alta tecnología y en la investigación en áreas críticas como el cambio climático y la protección del medioambiente.
La combinación de estos factores sugiere que, mediante una estrategia de colaboración regional y la implementación de programas de formación intensiva, es factible no solo la construcción de un sincrotrón, sino también su óptimo aprovechamiento para impulsar el desarrollo científico y socioeconómico en República Dominicana y el Gran Caribe.