Mientras el tres veces Presidente y aspirante a cinco (a pesar de sus prédicas anti-reeleccionistas), radicaliza sus votos, sus competidores internos -danilistas o próximos-, a excepción de Melanio Paredes, están centrandos en propuestas; pero también (hasta hace nada), en dimes y diretes, contradicciones, denuncias -ciertas o no-, y de falta de equidad, obviando que también fue ventaja salir primero.
Ya lo subrayé en artículos anteriores: si la corriente mayoritaria –el Danilismo- no pone en perspectiva política-electoral los escenarios y los objetivos políticos-estratégicos, en primer plano de su carpintería política, podría desenfocarse en su dinámica-proyección, pues en vez de centrarse en conquistar-radicalizar adeptos –dentro y fuera- y enfilar sus cañones (propuestas e ideas), con altura y respeto, hacia el aspirante a vencer, pronto descubrirán que se quedaron atrapados: unos peleándose entre ellos mismos –cuando podrían reunirse y establecer un protocolo de entendimiento-; otros, haciendo de vocero, quizás sin saberlo, del candidato a vencer que tiene no voceros sino kamikazes incendiarios; y unos últimos, que están bien enfilados hacia el objetivo, pero que otros no ayudan en hacer consciencia sobre la posible percepción de que cada round-escenario se puede ir perdiendo, y así, el que va por cuarta vez y sus aliados –ultraderechista, jurisconsultos, “periodistas” (políticos “de la secreta”) y mediáticos-interactivos de redes sociales-, los llevaría a su estrategia-suprema: dividirlos.
Porque la política, además de coyuntura es, también, un juego de ajedrez donde hay mucho de inteligencia, manejo emocional y sugestión, es decir, no basta con aspirar y tener méritos, hay que ser coherente, persistente; y en este caso especifico, de unificar, como cuerpo-corriente, sobre el objetivo “prima facie”. De lo contario, cada uno logrará momentos fulgurantes pero no victoria definitoria. Y al final, por lógica del poder, convicción democrática y los intereses partidarios, reconocer-aceptar -si se impusiese- al que tenían que vencer. Lo demás será lamentar, y en algunos casos, sepultara de carreras políticas.
Subvertir ese destino último y redimensionar el paradigma político prevaleciente, es el gran desafío de los herederos de la alternancia y el relevo. Y eso solo se logra con unidad de propósito; y, sobre todo no favoreciendo la estrategia del adversario –coyuntural- ni mucho menos propiciando, por intrascendencia o quejas justificadas –que pueden resolverse-, fracturas que imposibiliten o dificulten la victoria porque las primarias abiertas, ¡que no se olvide!, no serán con el padrón-guía-maltrecha interna (“inauditable”), sino con el padrón universal de la JCE, y ahí unidad monolítica -de propósito-objetivo- y tasa alta de rechazo -de cualquier aspirante- puede ser el nicho-sepultura del mas triunfalista pre-candidato.
Piénsenlo!