Cuando una organización o una persona enarbola algún concepto como valor, lo que realmente está expresando es el orgullo que le produce contar con una característica que la distingue, una propiedad diferenciadora y que atrae a su entorno.
Lo declarado como misión no es lo que une a quienes han decidido formar o han escogido servir para una determinada organización; son los valores compartidos que determinan la posibilidad de unir voluntades y operar con sinergia de cara a algún propósito.
Aunque muchas veces solo son usados para completar una lista o para decorar una pared, los valores responden a esa necesidad humana de creer en algo o alguien.
En consecuencia, al momento de enarbolar un valor es muy útil tener presente que hacer sigue siendo la mejor manera de decir. También es útil recordar que vivimos en un mundo que, cada vez más, se asemeja a una bola de cristal.