La dinámica relación entre “dominicano” y “papelo”, parece obedecer a un asunto de la siquis criolla o de una cultura inclinada a la complicación sin sentido. Si todo lo descrito en los artículos anteriores, responde a la dinámica de la vida ciudadana del día a día, el asunto se complica olímpicamente, cuando del fallecimiento de un humano se trata. Se exige que, en un plazo no mayor de 3 días, a contar desde el momento de la muerte, se haya reportado al Registro Civil, el deceso. Si por algún motivo ese plazo se excede, prepárese al obligado “periplo” (viaje super largo, visitando muchos lugares, enuncia el diccionario) más tedioso y largo de su vida. “Sufrirá” a muchos “burócratas” y sus “momentos de gloria”, cuando le compliquen la vida con gran satisfacción, incluidas expresivas “muecas”, de desprecio absoluto. Luego de obtener el acta de defunción y el documento del “médico legita” (la copia amarilla) diríjase al cementerio donde fue depositado el cadáver y logre que un inspector del Camposanto se apersone a la tumba y “constate” que allí fue enterrado el susodicho. Se levanta un acta que debe ser firmada por un encargado, que nunca está., por lo que deberá Ud. armarse de la paciencia de los difuntos e ir (con cara de felicidad) varias veces a la oficina del cementerio. Luego de muchos viajes, intentos, ‘vuelvamañana” y los respectivos engrases, Ud. cree que ha logrado lo más difícil, y “ahiequesequivoca”. Esto debe ir al Ministerio Publico correspondiente y ese fiscal “cuando le sale del forro” lo presenta a una sala, ante un Juez, quien emite un “auto”. Luego de esa “sentencia”, y ya con el cadáver en pleno proceso de descomposición avanzada, y decenas de plazos no cumplidos, se toman esos documentos y los entrega en la Junta correspondiente en el departamento apropiado, a la persona que es, lo que identificar al responsable le tomará medio día y al menos, dos viajes. Le darán un plazo, que si Ud. ha acumulado suficiente experiencia en gestiones gubernamentales, ampliará “como ma rabia le dé” y sorpréndase, cuando se decida a ir, mes y medio después, le dirán que no ha salido porque “el departamento de Calidad”, no lo ha revisado. Investido del “chin” de paciencia que le sobró a Job, volverá tantas veces como le requiera, la joven impersonal e inexpresiva, a la que no logra inmutar con sus halagos, galanterías ni “caramelitos”. Saldrá como gallina “epantá a ecobaso”, solo convencido de que los muertos dan mas trabajo que los vivos, cuando de papeles y gestiones se trate y peor aún, que alguien tiene que hacerlo por ellos, porque el final de la vida los hace inmune a los requerimientos, exigencias, demandas y sanciones, que los vivos (burócratas) inventan. Esto para “sazonar” la existencia de los dominicanos y hacerla más difícil y complicar las carencias, inseguridades, el caótico tránsito y el ánimo cargado, que trae el “pan nuestro de cada día”.