En más de 60 años de vida democrática, los dominicanos no hemos podido construir una imagen verdadera que identifica nuestra idiosincrasia, alegría, bondades y ese orgullo dominicano que nos hierve en la sangre y que sacamos al aire en nuestra alegría, el amor por la música y al prójimo.
Los gobiernos que se han sucedido han hecho grandes esfuerzos por materializar este criterio y transitar por camino seguro hacia la reputación como marca país sin lograrlo, porque la visión se ha quedado siempre en la visión empresarial conforme a sus intereses.
El ejemplo más efectivo lo tenemos en una marca de ron que, asumiendo la idiosincrasia y esos valores que queman el alma de los criollos, con la participación de genuinos creativos, logró impactar el país y despertar ese orgullo dormido, pero como todo interés particular tuvo un tiempo de vida cuasi efímero.
Si el Gobierno junto a los demás poderes del Estado, los sectores productivos y tomando como referente la creatividad propia de la población, asumieran ese ensayo como país, el éxito podría ser mayor y, luego propiciar que cada provincia y municipio asuma el criterio primario añadiéndole una coletilla particular.
Cuando por encima de los intereses particulares, sobre todo los empresariales y sectoriales, se coloquen los nacionales y el verdadero sentir de los dominicanos, todo lo que salga será auténtico y permanecerá en el tiempo.
La bandera tricolor que flota en lo alto con orgullo, el único escudo en el mundo con una biblia en el centro y un llamado que reza “Dios, Patria y Libertad” y el himno que nos convoca a la batalla sin par por el legado de nuestros prohombres. Bastaría agregar la coletilla de cada zona. ¡Dominicanos primero!