La democracia es el poder cifrado en la voluntad del pueblo cuando su expresión se unifica para una decisión, ya sea de reclamo o de apoyo, como ha ocurrido ahora con la propuesta de la reforma fiscal sometida al Congreso por el Gobierno.
En esta ocasión y pese a que cuenta con una mayoría legislativa apabullante en ambas cámaras, el presidente Luis Abinader prestó atención al reclamo de los sectores económicos y de la gente común, dejó atrás el compromiso de saneamiento de la economía para no comprometer la paz y sosiego del país.
Para nadie es secreto que los dominicanos estamos en grandes dificultades económicas, pese al crecimiento, porque tenemos que cargar con una inmigración irregular desmedida y en complicidad con parte de esos sectores ahora defensores de la población, pero la paz y la soberanía del país es el mayor compromiso de Abinader y de cualquier presidente que deba afrontar situaciones similares.
En 1984, la economía atravesaba por momentos difíciles, el Fondo Monetario Internacional (FMI), ejercía presión, la que Antonio Guzmán pudo evadir, pero definitivamente estalló en la gestión de Salvador Jorge Blanco con una poblada que costó decenas de vidas, cientos de heridos y pérdidas sustanciosas en la economía.
Esperemos que esta carga no derrumbe el muro en los próximos años, que el Gobierno se centre en sanear conforme a lo que tiene y sacar de la carga pública a quienes no tienen compromiso con el país, más que con su maliciosa explotación.
Ahora no se debe tomar presiones de organismos internacionales, de ONGs ni de ningún grupo que, en nombre de un humanismo que no reconocen a los dominicanos ni a los haitianos que padecen los horrores de bandas criminales en su propio territorio y centran las grandes quejas contra el país.
Debemos vivir y trabajar como y para los dominicanos sin importar las críticas de los enemigos internos y externos de siempre. Tenemos que salir a flote y es tiempo de redireccionar las riendas. ¡Bien hecho Presidente!