Cuando arribamos al último trimestre de cada año y se acerca la Navidad, la gente, sobre todo la de recursos promedio y la que recibe poco, comienza a preocuparse por las exigencias de este periodo especial en el cual busca disfrutar, comer y celebrar, sin importar su estatus.
El dominicano es alegre en grado sumo y cuando acumula estrés, como ha ocurrido ahora con el paso de la pandemia, los conflictos bélicos en Europa y Medio Oriente, el tema migratorio, los precios, dos procesos electorales cargados de gran tensión, sus nervios se ponen de punta y el disfrute sano y estridente de las fiestas navideñas conlleva a los excesos.
Esta vez debemos reflexionar y pensar en que un poco de prudencia en el disfrute, control en los gastos y mirar con cortapisas las ofertas, para poder alcanzar el próximo año sin la pesada carga de las deudas y los compromisos incumplibles, no estaría mal.
Controlando los excesos ayudamos en la calidad de vida de la familia, ahorramos energía, más recursos para la salud, la educación, procurar un techo y mejor alimentación, que son parte de los deberes primarios de una sociedad en su conjunto.
Aunque la economía crece en forma sostenida la abundancia no llega igual a todos, porque para nadie es secreto que en el reparto de las riquezas no hay equidad y que no todos tenemos la suerte de acceder a grandes, medianas o pequeñas fortunas.
Debemos agradecer a Dios por la fortaleza exhibida y el que hayamos podido salir airosos de estas grandes tempestades, así como a la madre Naturaleza que ha sido, hasta cierto punto, bondadosa con nosotros y esto nos empodera y da el valor para seguir luchando por un mejor porvenir, por un mejor país.
Se acerca la Navidad y la celebración de las pascuas con su agradable brisa, villancicos y guirnaldas, el disfrute de la gran cena y eso hay que aprovecharlo teniendo en cuenta que más allá sigue la vida. ¡Reflexionemos!