La lucha por el control del río Masacre que beneficia con sus aguas a comunidades de Haití y República Dominicana es muy antigua, pero jamás el país se ha dejado arribar el derecho que tiene sobre esta importante fuente acuífera.
Los haitianos vuelven a la carga y quieren definitivamente, como han hecho con tierras y otras propiedades, quedarse con este beneficio que para ambos pueblos ha legado la naturaleza, tanto para el regadío como para el uso doméstico en el algunos casos, a partir de pequeñas represas y otras formas de canalización del líquido.
Los dominicanos siempre hemos sido víctimas de traidores, ambiciosos y envidiosos que siempre quieren para sí o negociar con fines pecuniarios los derechos que son comunes, en igualdad de condiciones, para todos los ciudadanos del país.
Esta vez, el Gobierno debe insistir en el reclamo del derecho que tiene el país sobre este importante río que, en algunas partes de su trayecto, se convierte en línea fronteriza sumamente importante para ambos países, pero la parte nuestra es la que importa y debemos protegerla sin cansarnos.
Aunque los vecinos están conscientes de que con la canalización del río a su favor afectan la actividad agrícola y ganadera en ambos lados de la frontera y violan los acuerdos de 1929 y 1935, para proteger la convivencia pacífica, para nadie es un secreto que ellos siempre buscan confrontaciones con la esta parte de la isla.
Tanto la gestión diplomática a través de Ministerio de Relaciones Exteriores como las Fuerzas Armadas por medio del Cuerpo de Seguridad Fronteriza Terrestre (Cesfront), deben mantener ojo avizor y estar muy activos para evitar que las intenciones de los vecinos se materialicen y no haya remedio para resolverlo después.
Es tiempo de poner el frente a este y a otros problemas que se registran con la burla abierta de los haitianos y que como personas pacíficas hemos dejado correr, como es el caso de la inmigración burda y corrupta, porque la copa se rebosa y luego será tarde para disfrutar el agua. Hay que poner especial atención este bendito problema. ¡Estamos hartos!