La campaña electoral que se avecina, en lo municipal, presidencial y legislativa, estará matizada por las críticas, los insultos y los ataques despiadados de la oposición al Gobierno y viceversa, pero el país requiere de un respiro con discursos de promesas creíbles.
La veteranía de los aspirantes a cargos electivos en ambos procesos debe imponerse ahora y pensar en las grandes dificultades que ha tenido el país en los últimos años, la secuela de la pandemia y los efectos de los conflictos bélicos en Medio Oriente, Rusia y Ucrania, para construir sus mensajes proselitistas.
Sería importante desarrollar una campaña propositiva que ayude a los electores a seleccionar a sus próximos funcionarios a partir de las mejores ofertas en favor de la colectividad y el desarrollo del país, para que la fe, esperanza y credibilidad, retornen plenamente a los votantes.
Los dominicanos están cansados de las campañas cargadas de diatribas e insultos innecesarios, con el uso de recursos mediáticos de bajo grado y prefiere la presentación de programas viables, propuestas cumplibles y con vocación de servicio a la colectividad.
Los comicios del domingo 18 de febrero son los de mayor movimiento porque implican la elección de los alcaldes, directores municipales, regidores y suplentes. En ellos se pondrá de manifiesto el porvenir del país, sobre todo, por el desempeño de los próximos cuatro años que serán de gran valor para el crecimiento que estamos experimentando.
La segunda fase del proceso corresponde a la escogencia del presidente de la República y acompañante en la boleta, así como a los nuevos representantes del primer poder del Estado, el Legislativo, de cuyos resultados dependerá, en gran medida, el porvenir de la nación.
Vivimos en una sociedad en crisis de valores y es necesario tomar en cuenta hasta qué punto podrán incidir estos procesos en los cambios que espera la sociedad, ya saturada por los efectos de la pérdida de los valores y la involución de la moral. Apostemos a una campaña propositiva.