Desde Tales de Mileto hasta nuestros días los valores éticos y morales han sufrido grandes cambios, tanto en los social como en lo religioso, y nos conducen a un estadio de poca fe y credibilidad en las acciones de nuestros semejantes.

Este proceso involutivo de nuestros valores nos conduce vertiginosamente hacia una crisis de confianza que abarca a los grandes líderes de la humanidad como a las personas comunes, incluidos los más humildes colaboradores.

Incluso, los valores ideológicos que antes marcaban la diferencia entre la forma de pensar de la diversidad ciudadana, unos con la fe en Dios y otros con la entrega a las tesis socialistas en los quehaceres sociales, el trabajo, la política, la familia, la economía, la religión y la equidad social, como forma de alcanzar la convivencia pacífica permanente sin guerras ni confrontaciones lujuriosas del poder y el dinero. La moral socialista vinculada a la ideología propugnaba por la equidad social que combate al capitalismo y la mal llamada democracia, pero luego se convertían rápidamente en férreas dictaduras y ponían de lado el valor de las personas. Bastaría con señalar a China, Rusia, Corea del Norte y sus aliados de América Latina como Cuba, Venezuela y Nicaragua, donde los dueños lo pueden todo y los ciudadanos nada.

En el capitalismo, cuna de la corrupción sin sanciones, las naciones se endeudan, se pierde el valor original de los idiomas y el lenguaje de la vagancia, el oportunismo y el salvajismo se imponen.

Hoy en día, en el caso de nuestro país, la crisis de confianza es tan grave que usted lleva un vehículo al mecánico por una pieza, se la cobran como nueva y la reparan, pero dañan otras dos para que tenga que volver; la trabajadora doméstica, con honrosas excepciones, pierde más tiempo en ver lo que hay descuidado en la casa para enajenarlo que en realizar el trabajo convenido.

El médico receta más que lo que el paciente necesita, hace de este una vida de sacrificio tan pronto llega a sus manos. Es decir, nadie tiene piedad, busca cómo obtener lo del otro sin sacrificio y así marchamos por un mundo de destino incierto, carente de fe y de respeto por el prójimo. Una mirada al pasado sería importante ahora.

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