El respeto que conlleva la figura del presidente de la República, en cualquier país del mundo, debe preservarse por encima de todo interés político u odio racial, porque lleva consigo la insignia de la soberanía.
No se puede permitir que locos ni extranjeros estén jugando con la sencillez y humildad que, por lo general exhiben los presidentes dominicanos, y pensar que es una señal de debilidad, como es ahora el caso de Luis Abinader.
En el caso de los haitianos y de dominicanos que han incurrido en el error, solo los dominicanos han sido sancionados y de los haitianos, uno supuestamente deportado, porque en breve estará de regreso con el negocio de la migración ilegal. La haitiana, todos saben dónde está y sigue con los insultos, pero ninguna autoridad ha sido capaz de dar el frente y proceder, como manda la ley.
El país está lleno de los vecinos porque hemos sido muy tolerantes y los negociantes enemigos de la patria, como constructores, ganaderos, productores agropecuarios, hoteleros y otros a los que poco les importa la soberanía nacional, han hecho riquezas a expensas de un país receptor, acogedor y buen anfitrión, que ya no soporta más.
No dormiré tranquilo ni creeré en nada hasta ver que las autoridades apresen y sancionen, como es debido, a esa mujer irrespetuosa, que no solo juega con un presidente trabajador, sino que pisotea nuestra soberanía.
De igual manera, neutralizar a los cómplices con sanciones ejemplares para que no sigan traicionado la dominicanidad, como ocurre ahora, teniendo bien claro el llamado previsor del patricio Juan Pablo Duarte: “Mientras no se escarmiente a los traidores, los buenos y verdaderos dominicanos, seremos víctimas de sus maquinaciones”.
Los organismos de seguridad deben jugar su rol de proteger la soberanía y con ella los símbolos patrios a partir de la garantía de respeto innegociable al presidente elegido por la población, para representarle en todos sus actos y administrar el Estado. ¡Basta de debilidad ante los haitianos!