Una clara diferencia entre la política y la ingeniería es que la política se sustenta en ciencias sociales de libre pensamiento, y gracias a ello los políticos pueden plantear diferentes puntos de vista para un mismo problema, mientras la ingeniería, por estar sustentada en ciencias físicas y matemáticas, y en principios, conceptos y leyes de estricto cumplimiento universal, obliga a todos los ingenieros a respetar esos principios, por lo que un problema, físico o matemático, abordado por ingenieros, ha de producir siempre el mismo resultado numérico.
Esto viene a raíz de interminables debates sobre la conveniencia, o no, de las 2 plantas a carbón de Punta Catalina, plantas que de un lado son favorecidas por quienes quieren ver llegado el día donde la energía del Sistema Eléctrico Nacional Interconectado (SENI) esté garantizada las 24 horas de cada uno de los 365 días de cada año, para que los apagones, las altas tarifas y los déficit financieros sean cosas del pasado, mientras del otro lado hay generadores que históricamente han suplido al Estado con energía eléctrica muy cara, hay quienes se ubican en otro lado políticamente opuesto a quien tomó esa decisión buscando minimizar la palabra apagón, y hay quienes desde el área ambiental hubiesen preferido otra solución estructural para el viejo problema eléctrico nacional, y es casi como volver al debate entre corriente alterna y corriente directa que en 1890 protagonizaban Edison, Tesla y Westinghouse.
Quienes hemos dado seguimiento al problema eléctrico sabemos que desde los años 70 cada gobierno de cada partido político ha tratado de imponer su propia solución eléctrica, diametralmente opuesta a la solución del gobierno anterior, porque cada gobierno entiende que para diferenciarse del gobierno anterior lo primero que debe hacer frente a la vieja crisis de apagones es presentar una solución totalmente diferente a la presentada por el gobierno anterior, y como en los 12 años de Balaguer se priorizó la instalación de plantas de fueloil pesado, tipo Haina, y de gasoil por ser de rápida instalación, a la llegada de Antonio Guzmán y el PRD en el año 1978 se priorizó la producción de energía eléctrica en base al uso del carbón mineral en Itabo I, opción también continuada por Salvador Jorge Blanco, por ser también del PRD, y por ello en su gobierno iniciado en 1982 se instaló la planta Itabo 2, también de carbón mineral, aunque con el regreso de Balaguer al poder, en 1986 se descontinuó la instalación de plantas a carbón, por tener olor a PRD, y se volvió a las plantas de gasoil comprando en Houston 2 viejas plantas de altísimo costo operacional, que luego tuvieron que ser adaptadas para gas natural traído desde Boca Chica.
Leonel Fernández y el PLD, por su estrecho vínculo con Balaguer, siguió el modelo de fueloil pesado, gasoil, y gas, pero con el retorno del PRD al poder en el año 2000 volvieron las plantas a carbón con Barahona carbón (Distral), sin embargo, Danilo Medina, que quería eliminar los apagones y un altísimo subsidio a las EDES que ya superaba los 1,000 millones de dólares al año, en el 2013 optó por el modelo del carbón mineral, ya introducido por los 3 gobiernos del PRD, y decidió que Catalina 1 y Catalina 2 fuesen de carbón mineral por ser en ese momento la opción de menor costo operacional, aunque no fuese la mejor opción ambiental, pero era un momento donde el peso de la decisión era quizás 50% costo operacional, 25% componente social y 25% componente ambiental, siendo casi obligatorio optar por carbón mineral, tal y como lo hizo Japón al decidir instalar 22 plantas a carbón luego de apagar sus plantas nucleares después de la tragedia sísmica de Fukushima en el 2011.
De ahí que es natural que dentro de un marco político se quiera presentar a Punta Catalina como un remedio peor que el mal que se quiere curar, mientras dentro del marco ingenieril lo procedente es aplicar ecuaciones matemáticas, análisis numéricos de costos unitarios de la energía puesta en línea, proyecciones de los mercados de energía y mediciones de emisiones ambientales, y comparar los resultados de Catalina con cada una de las unidades que han operado con fueloil pesado y gasoil durante los últimos 25 años, luego comparar los precios de compra de la energía eléctrica en el mercado nacional, antes y después de Punta Catalina, y luego medir los niveles de dióxido de carbono (CO2), dióxido de azufre (SO2), óxidos nitrosos (NOx) y particulado fino (PM 10 y PM 2.5), tanto en Catalina como en las demás plantas del SENI, incluyendo plantas industriales y residenciales, haciendo una justa comparación en términos unitarios (ppm/kWh), y una comparación con las emisiones del sector transporte.
Una vez auditados esos indicadores, numéricamente e independientemente, se le comunica al país sus resultados, y sobre esos resultados se determina si Catalina sigue operando con carbón mineral, si se le adapta gas natural, si se descarta el uso de biomasa (leña) porque la leña no aplica para ese tamaño de planta (752 MW), y si se venden acciones al sector privado que ansiosamente espera ser invitado; pero si algún día queremos salir de los apagones, la ingeniería debe tener prioridad sobre la política dominante en nuestra sociedad.