En una reunión expresé que la República Dominicana es de los países más seguros de América Latina, resaltando que nuestra tasa de homicidios no llega a dos dígitos; naturalmente -continué- se hace un gran esfuerzo para lograrlo, pero todavía el camino es largo con relación a la seguridad ciudadana. “Pedro: ¿entonces podemos amanecer en las calles con toda confianza o dejar nuestras casas abiertas?”, me preguntaron.

Pensé un poco para responder, no sin antes decir, presentando ejemplos palpables, que tenemos la ventaja de que nuestra sociedad no está dividida en grupos irreconciliables, como ocurre en gran parte de los países de nuestro continente, lo que nos ayuda a tener mayor armonía. Luego inicié mi respuesta, inspirado en la palabra “prudencia”.

“Los dominicanos somos muy crédulos, confiamos en la gente rápido, como si el peligro no existiera. Para nosotros el prójimo es bueno. En cualquier encuentro nos encariñamos con el primero que nos simpatice y hasta lo invitamos a nuestro hogar. Saludamos, incluso, a quien nunca hemos visto, sin reparar qué hace o de qué vive ese ciudadano.

Cuando conversamos con alguien nos esforzamos por ‘salir familia’, aunque parientes lejanos. Buscamos la forma de conocer personas en común para luego exclamar: ¡qué mundo más pequeño! Nos caracterizamos, además, por demostrar que contamos con muchos amigos y si alguien menciona un nombre, decimos: ¡ese es como mi hermano! Tener miles de contactos en nuestro Facebook nos llena de orgullo.

Esta conducta demuestra la nobleza del corazón de nuestro pueblo y, en principio, es preferible ser así que vivir con delirio de persecución, con el ánimo alterado, pensando que todo el mundo quiere engañarnos y que en cualquier esquina céntrica e iluminada pueden asaltarnos, porque vemos un villano en cada rostro.

Ahora bien, aunque como país tenemos una envidiable paz, no podemos creer en cualquier extraño que aparezca; por igual, debemos de dejar andando con tanta soltura. Hay que estar razonablemente alertas en nuestra cotidianidad, pues hasta en ambientes normales han surgido problemas con antisociales.

El espacio de la delincuencia en determinados escenarios crece rápido. Debemos saber bien por dónde vamos, a quién visitamos y el ambiente que rodea ese lugar, independientemente de que en cualquier sitio puede ocurrirnos una desgracia, por más decentes y cautelosos que seamos.

Finalicé afirmando que hemos avanzado en materia de seguridad ciudadana, pero que debemos continuar profundizando esos positivos cambios para que exista mayor equidad social e igualdad de oportunidades para todos, perfeccionando las políticas preventivas de los crímenes y delitos y las instituciones que investigan y sancionan; en resumen, mejoramos, pero nunca dejemos de ser prudentes al salir a la calle, no importa la hora”.

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