Algunos grupos han manifestado interés en hacer una cruzada para pedir a las autoridades arrestar a las personas que paguen favores sexuales a quienes se dedican a la prostitución.
Aunque la intención quizás es buena, es necesario resaltar, para evitar confusiones, que en República Dominicana no está castigada la prostitución, sino el proxenetismo y, por consiguiente, someter a la justicia a quienes utilicen los servicios de las trabajadoras sexuales no tiene asidero legal en nuestra legislación.
Muy distinto sería si se tratase de erradicar las prácticas y redes de tráfico ilícito de personas y la forzada explotación sexual internacional, acciones que sin lugar a dudas constituyen delitos castigados penalmente, a diferencia de la prostitución.
Pero sobre el trabajo sexual por elección y libre voluntad, que no es ilegal, hay que entender que las causas de su existencia tienen raíces sociales muy profundas que nada tienen que ver con el derecho y que no desaparecerán, por ende, con persecuciones legales.
La falta de oportunidades laborales y académicas, el hambre, la urgencia de mantener sus hijos y las condiciones de la pobreza extrema son sólo algunos de los factores que llevan a muchas mujeres a elegir un oficio que, distinto al mito, casi siempre les resulta muy desagradable más no encuentran mejores alternativas. Y aunque es imprescindible que se ejecuten planes para combatir estos problemas, requiere firme decisión, concienciación adecuada y mucha paciencia.
Una forma interesante de abordar el problema es analizar la propuesta que una vez presentó Esther Minyetti en su proyecto de ley para la creación de “zonas de tolerancia de la prostitución” en el Congreso Nacional. Aceptando que la prostitución es algo que existe y no va a desaparecer por ahora, tiene disposiciones interesantes de control sanitario para proteger a las trabajadoras sexuales y sus clientes de enfermedades, establece lugares puntuales para así evitar que se afecten lugares históricos y turísticos, dispone seguridad adecuada en esos lugares para cuidar la integridad de las trabajadoras y a la vez les ofrece carreras técnicas y cursos gratuitos para que tengan la oportunidad de aprender otras cosas y eventualmente salir del negocio de la prostitución.
Sin perder de vista el “deber ser”, la forma más realista y eficiente de abordar los problemas es a partir de “lo que es”. Sólo así se pueden encontrar verdaderas soluciones. El resto es utopía.