Considerar los problemas-temas de la vida nacional y especialmente afrontar sus soluciones tiene una base común ineludible: … ¿y los cuartos dónde están? Puede lucir una expresión hasta desagradable, más no es posible hacer milagros en cuanto a impactar el verdadero desarrollo al margen de los recursos económicos-financieros requeridos. La educación preuniversitaria es un caso de referencia. Ninguna persona sensata y conocedora del sector educativo puede dejar de reconocer que a partir del Plan Decenal de Educación en su versión original 1992-2002 se crearon las más sólidas bases para el salto de calidad que requería la educación dominicana. Mas sin los recursos apropiados, llámese 4% del Producto Bruto Interno –PIB- no era posible revertir eficazmente la calamitosa situación.
Igual que como aconteció en educación sucede en salud. Se habla de una inversión en salud de un 5% del PIB; pero la Ley 1-12 sobre la Estrategia Nacional de Desarrollo 2030 proyecta además un incremento de la inversión en educación preuniversitaria hasta el 7% del PIB; ambas sumarían por lo tanto el 12%; si se agrega sólo la proporción del PIB para el pago de la deuda que es al menos del 3% del PIB y sin las más recientes actualizaciones sumaría el 15%; pero sucede que la presión fiscal en la República Dominicana, esto es la proporción que del Producto Interno Bruto se destina al presupuesto nacional, es de 13.4%, lo que indica que sin su sustancial incremento no sería posible atender otros compromisos del Estado de los tantos que restan, pues sólo esos ya sobrepasarían los recursos disponibles.
La presión fiscal es uno de los más profundos y difíciles problemas del Estado dominicano. No es casual que en la Estrategia Nacional de Desarrollo se estableciera el Pacto Fiscal destinado a incrementar no sólo los recursos que ha de gestionar el Estado, sino de garantizar su transparencia. Ya se dijo que el logro del Pacto Educativo cuya principal sustentación fue el cumplir con el 4% del PIB para la educación preuniversitaria significó un importante paso de avance, aun a la espera de su efectivo impacto en el aprendizaje significativo de calidad, más así debería de ser en salud y otras áreas esenciales del desarrollo, lo cual no será posible al margen de incrementar sustancialmente el presupuesto nacional.
Decir que el promedio de la región en cuanto a presión fiscal es del 22.8% del PIB, mientras que para la República Dominicana es de 13.4% presenta una perspectiva sombría que amerita ser detenidamente estudiada y revertida por los líderes nacionales y particularmente quienes están o estarán al frente del Estado.