¡Hola, queridos lectores! Hay muchos términos o marcas de género que sugiero debemos aprendernos para ir añadiéndolos a nuestro vocabulario y, sobre todo, saber que cuando otros hablantes los emplean están en lo correcto, aunque les parezcan extraños.
En este proceso de evolución que se vive en todos los ámbitos de nuestras vidas, incluido el universo gramatical, hay que hablar de esas palabras dadas para definir cargos o profesiones que recaen sobre las mujeres, términos que antes de su existencia no eran utilizados, porque a la mujer se le daban unos roles específicos, generalmente en el hogar, y no se le permitía desarrollarse ni participar en la vida laboral, social, política y democrática, en el mismo nivel en que lo hacían los hombres.
Para muchos suena absurdo escuchar que a mujeres que ostenten cargos que antes eran solo para hombres, aunque la Academia haya agregado el femenino a estos. Por ejemplo: presidenta, obispa, pilota, cardenala, lideresa, consulesa, capitana y árbitra son términos válidos a la hora de utilizarlos cuando estos cargos o profesiones recaen sobre mujeres.
Y como sé que muchos al leerlo dirán que suenan “feos”, solo me remito a repetirles lo escrito por la Fundación del Español Urgente: “Los hablantes, al final, son los que siempre deciden”, a propósito del lenguaje inclusivo y la nueva ola impulsada por algunos grupos que persisten en afectar la gramática en favor de quienes “no sienten tener representación”.
Obviamente, y tengo que decirlo, con algunos términos que promueven estos grupos, no estoy de acuerdo ni los utilizo, porque en mi opinión, derivan en una exageración absurda que refleja muchos complejos y falta de atención.
Recordemos que para marcar el género hay distintas posibilidades: a través de las terminaciones con morfemas (a, esa, isa, ina, era, ana, óloga, ada); con llamados heterónimos que muestran raíces distintas (caballo, yegua); determinantes comunes en cuanto al género (el artista, la artista).
Nos explican, además, que “están los sustantivos ambiguos, que se pueden usar en femenino o masculino indistintamente (el mar, la mar), y los epicenos, que se refieren a un ser vivo de uno u otro sexo con un único género, como el mosquito (mosquito macho/hembra).
Importante recordar que la mayor parte de los sustantivos acabados en “a” son femeninos (taza, silla, niña), pero no faltan casos como clima, día o mapa; los acabados en “o” en su mayoría son masculinos (cuaderno o puerto), pero también hay femeninos como “mano”; y, los acabados en consonante o en otras vocales, pueden ser de ambos sexos. Esto nos muestra que casi toda regla tiene sus excepciones.
Solo queda invitarlos a seguir actualizándonos en cuanto al universo gramatical y a ser flexibles y tolerantes ante el surgimiento de nuevas expresiones.
¡Gracias por leerme!