En fecha 28 de marzo de 2012 publicamos un artículo en el periódico El Día, titulado “Electromagnetismo y predicción de terremotos”, en el cual decíamos que si los seres humanos queremos predecir los terremotos debemos tratar de disponer de sensores de ondas electromagnéticas de baja frecuencia, o micro magnetómetros, que tengan el mismo nivel de sensibilidad que tienen los cerebros de los animales que advierten la inminente ocurrencia de un sismo.
En ese artículo explicábamos que los asimétricos cristales de cuarzo (SiO2) sufren un efecto de polarización eléctrica cuando son sometidos a una fuerte acción mecánica de compresión, generando un flujo de electrones que concentra una carga eléctrica negativa en uno de los extremos del eje polar, y otra carga eléctrica positiva en el otro extremo polar, en un efecto denominado piezoelectricidad, y que como el cuarzo es el mineral más abundante en la corteza terrestre, eso hace que las altas presiones generadas por los fuertes empujes a lo largo de los bordes de contacto de las placas tectónicas produzcan múltiples efectos piezoeléctricos, y estas micro descargas eléctricas ionizan la atmósfera y producen destellos luminiscentes, similares a relámpagos, en los momentos previos a un gran terremoto.
Añadíamos que esas pequeñas cargas eléctricas producidas por el efecto piezoeléctrico del cuarzo cristalino sometido a fuerte compresión en los bordes de las placas tectónicas, generan a su vez un micro campo electromagnético local, el cual perturba localmente el campo electromagnético natural del planeta Tierra y esa micro perturbación es detectada y traducida por el “magnetómetro” natural del cerebro de muchos animales que por evolución son capaces de hacer una correcta interpretación de la tragedia que se avecina, la cual les perturba e inquieta.
Terminábamos diciendo que el diseño, construcción e instalación de micro magnetómetros que operen de igual forma a los “magnetómetros” naturales de los animales evolucionados es la clave para predecir terremotos con muchas horas de anticipación, lo cual representaría un gigantesco paso de avance para una sociedad moderna que siente pánico extremo cada vez que una sacudida sísmica estremece los cimientos de nuestras edificaciones y les hace colapsar, y que esta nueva tecnología podría estar disponible en los próximos años, siempre que los estudios sobre los terremotos, y maremotos asociados, sean vistos como parte de las políticas de desarrollo de cada país con riesgo sísmico, y como parte de las políticas de prevención y mitigación de desastres.
Ahora, en fecha 28 de marzo de 2018, es decir, 6 años después de publicado nuestro artículo, se publica que un grupo de científicos chilenos liderados por el profesor Enrique Cordaro, de la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas de la Universidad de Chile, desarrollaron una metodología que detecta y mide anomalías en el campo magnético de la Tierra, las cuales podrían predecir terremotos con 30 días de anticipación, porque en los lugares donde se produjeron grandes terremotos hubo bajas de emisión del campo magnético con 30 días de antelación.
Los científicos chilenos explican que tomaron como ejemplos los terremotos de Indonesia (2004), Chile (2010) y Japón (2011), donde se observaba que “Cada vez que iba a producirse un terremoto, se caía el campo magnético. Luego pasaba un tiempo y efectivamente se producía el terremoto”, porque el campo magnético de la Tierra no es un espacio físico, sino un conjunto de ondas electromagnéticas que están en constante relación de frecuencia e intensidad.
Los avances del grupo de investigación han llamado a la atención de la comunidad científica internacional, ya que el informe, titulado “Tasa de variación latitudinal de la rigidez del corte geomagnético en el margen convergente activo de Chile”, fue publicado por la revista científica europea Annales Geophysicae, como una novedosa aproximación para lograr predecir grandes terremotos en el mundo, y sus resultados son coincidentes con nuestros planteamientos publicados en la prensa del 28 de marzo del año 2012 y en una edición especial de la revista Verdor, de la Academia de Ciencias de la República Dominicana, edición dedicada a los terremotos.
Ahora que se está demostrando científicamente que, tal y como lo planteamos en el año 2012, los procesos de roturas sísmicas de la corteza terrestre producen fricciones en los silicatos que a su vez generan descargas piezoeléctricas que inducen alteraciones locales en el campo electromagnético de la Tierra, y que esas alteraciones geomagnéticas pueden ser medidas con micromagnetómetros para conocer los lugares de la corteza terrestre que están siendo sometidos a fuertes presiones litostáticas que al superar las resistencias máximas de la rocas producen las subsecuentes roturas regionales que liberan ondas sísmicas, es momento de hacer las inversiones necesarias para la instalación de equipos para el monitoreo del campo electromagnético local de la Tierra, y poder alertar, de manera temprana, a toda la sociedad, de la inminente ocurrencia de un próximo terremoto.