El gobernador del Banco Central, Héctor Valdez Albizu, es de los funcionarios que más confianza inspira. Cuando habla hay que escucharlo. Hace días, mientras ofrecía datos esperanzadores sobre la economía dominicana, abogó por un aumento general de salarios.
Posteriormente el Comité Nacional de Salarios (CNS) convocó para el próximo 21 de febrero una reunión para revisar el salario mínimo del sector privado. La noticia es importante, pues todos reconocen que el salario mínimo que tenemos no alcanza para cubrir la canasta familiar. Por lo que he leído, los miembros de CNS esperan tener resultados positivos.
Nuestro país tiene una apreciable paz laboral. En los últimos años no han ocurrido grandes huelgas o crudos enfrentamientos entre trabajadores y empleadores, tanto en empresas como entre las instituciones que los agrupan. Y de una u otra manera, cada vez que conversan ambos sectores llegan a acuerdos y todos quedan más o menos felices.
Por un lado, en estos diálogos se debe evaluar la realidad de la mayoría de los negocios, porque un aumento no bien analizado puede llevar a la quiebra a pequeños y medianos comerciantes, donde los ingresos del dueño a veces son inferiores al salario mínimo. Esto provocaría más desempleo y esa no es la idea.
Por otra parte, nos encontramos con una seria disyuntiva: los trabajadores necesitan urgentemente un sustancial aumento salarial y los empleadores, en su mayoría, no están en condiciones de hacerlo. No olvidemos que para que el salario mínimo se equipare al costo de la canasta familiar (que según datos de algunos organismos sobrepasa los RD$18,000) debe incrementarse bastante, en ocasiones casi un 100 %.
El salario, según nuestro Código de Trabajo, es la retribución que el empleador debe pagar al trabajador como compensación del trabajo realizado. Esta palabra proviene del latín salarium, la que a la vez se deriva de sal, porque en la antigüedad a algunos trabajadores se les pagaba con sal.
El diálogo pronto iniciará. Ojalá no sea un cuadrilátero y no haya necesidad de imponer nada. Siempre valoro que el diálogo tripartito fue vital para reformar en 1992 nuestro Código de Trabajo que databa de 1951, y recordemos que algunas de esas modificaciones fueron profundas. Los resultados están ahí, con más luces que sombras, sin negar que ese código ya requiere reformas, para lo cual también debe existir consenso, pues hay temas delicados como el del auxilio de la cesantía.
En las relaciones laborales el trabajador es el principal protagonista, pero también hay que pensar en los empleadores chiquitos. El aumento salarial debe beneficiar a los primeros sin afectar mucho a los segundos. Si no se actúa así, toda decisión causará indigestión por salada.